Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

7 jul 2012

Extasis

Eran tiempos inocentes cuando salía un desnudo con toda espontaneidad, sin que la diva del momento estuviera pensando en cobrar millonadas por lucir sus divinas carnes y hasta contratara seguros para salvaguardar el trasero, las tetas, la manos o las partes del cuerpo que se aseguran los famosos cuando les da por esas extravagancias. Hoy día un desnudo en películas de ámbito comercial es tan exorbitantemente caro (y no es que sean desnudos integrales siquiera) que uno tendría que darse por eternamente agradecido y afortunado porque el semidiós o la semidiosa de la pantalla se digna mostrar su olímpico palmito para inaudito disfrute de los ordinarios mortales.

El cine que tira más a lo suyo, que no se gasta unos dinerales de campeonato y que no se preocupa tanto por los resultados en taquilla tiende a ser más humilde, así como los intérpretes que por módicos precios a veces se avienen a aparecer con toda naturalidad como los trajeron al mundo, sin montar un revuelo por ello.

Por eso se echan de menos aquellos tiempos en que Hedy Lamarr salía completamente ligera de ropa sin los menores remilgos ni con tanta pamplina de sobresueldos y demás.

Era la inocencia del cine, parecido a los desnudos en las pinturas de Miguel Ángel. Mientras otros de mirada sucia sólo veían perdición carnal, el artista concebía sus obras como tributos místcos a un Dios que creó algo tan fascinante como la figura humana.

También se podría aludir a la falta de vergüenza de la infancia, la que en la Biblia portaban Adán y Eva, felices en su desnudez hasta que aprendieron lo que era el pecado.


En este largometraje de incipiente inmersión en la técnica sonora, Hedy se solaza en el éxtasis de la juventud tras el fracaso de su matrimonio con un hombre mayor frío y soso, y abandonándolo se deja llevar por su cuerpo que le pide acción, que para eso se nos ha concedido.

Tal audacia de desafiar la moralidad que asfixia los impulsos naturales le costó a la pobre Hedy en su vida real ser vendida por sus padres como una yegua a un magnate obsesionado con ella que la mantuvo encerrada y la celó como un cancerbero, persiguiendo las copias de “Éxtasis” para impedir que otros viesen desnuda a su prisionera. Hasta que con suerte y ardides ella pudo escapar del degenerado fantoche.

Aquel cine de antaño oscilaba entre aquella plasticidad turgente de erotismo naïve y la sutileza de las elipsis. La representación panteísta de la naturaleza subrayaba la lujuria que preside el proceder de millones de especies, la búsqueda entre seres que precisan del contacto sexual para reproducirse, en el caso de los animales, o para experimentar el goce de la unión, en el caso humano, esté de por medio o no el objetivo de la perpetuación. Con esta imponente base visual (heredera del expresionismo alemán) se desarma cualquier pretensión de artero morbo, presentando la atracción, el enamoramiento y la pasión como comportamientos perfectamente normales y necesarios, opuestos a la represión y la tibieza. El matrimonio de la chica con el cónyuge equivocado es una esclavitud para sus sentimientos y sus sentidos. Hay algún paralelismo con el cautiverio forzoso al que la actriz fue sometida por el marido indeseado. Se trata en ambos casos de maridos amargados, egocéntricos y enfermizos, incapaces de amar a una mujer en un plano de igualdad y expansión.

Notable film checoslovaco amenazado sin éxito por un loco pronazi que quiso convertir en su pelele a una estrella, un trozo de celuloide de una era que conviene evocar, con una heroína que destacó por su belleza, su inteligencia, su labor contra los nazis, su contribución a la ciencia (sí, nuestra era de las telecomunicaciones le debe una parte a ella), al cine y cuya aventurera vida fue digna de ser considerada como una película por derecho propio.



PUBLICADO EN LA SECCION DE HISTORIA DEL BLOG DEL CINE "AS TIME GOES BY"



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