REBELIÓN
A mí, cabeza abajo, no me hablen,
estoy en posición de arrepentido,
en firme posición de concentrado
viendo venir las cosas de otro modo.
A mí, cabeza abajo, no me toquen,
estoy, por los caminos de la sangre,
buscando explicación a lo imposible,
perdido en un conflicto de neuronas.
A mí, cabeza abajo, no me juzguen,
bastante tengo ya con la colmena
de asuntos que convoca mi cerebro
para verlos venir mientras declinan.
A mí, cabeza abajo, no me obliguen,
estoy pero no estoy para recados,
estoy pero pendiendo de una rama,
estoy mirando al mundo, desafiante.
A mí, cabeza abajo, no me hablen,
estoy en posición de arrepentido,
en firme posición de concentrado
viendo venir las cosas de otro modo.
A mí, cabeza abajo, no me toquen,
estoy, por los caminos de la sangre,
buscando explicación a lo imposible,
perdido en un conflicto de neuronas.
A mí, cabeza abajo, no me juzguen,
bastante tengo ya con la colmena
de asuntos que convoca mi cerebro
para verlos venir mientras declinan.
A mí, cabeza abajo, no me obliguen,
estoy pero no estoy para recados,
estoy pero pendiendo de una rama,
estoy mirando al mundo, desafiante.
A mí, cabeza abajo, no me quieran,
los actos del amor exigen siempre
del tino del que va con firme aliento
al lecho improvisado de los surcos.
A mí, cabeza abajo, no me escriban,
no me vengan con cantos de sirena,
no me den de comer de modo indigno,
yo estoy a lo que estoy sin condiciones.
A mí, cabeza abajo, no me aruñen,
no me inciten con noches boreales,
no me enciendan la luces de la sala,
no me amenacen con ponerme recto.
A mí, cabeza abajo, ni una quebranto,
ni hacer el pino para ver mis ojos,
ni sentir compasión por mis riñones,
ni proponerme para premio alguno.
Sobre todas las cosas, no me recen,
ni digan: Dios perdone su impostura.
los actos del amor exigen siempre
del tino del que va con firme aliento
al lecho improvisado de los surcos.
A mí, cabeza abajo, no me escriban,
no me vengan con cantos de sirena,
no me den de comer de modo indigno,
yo estoy a lo que estoy sin condiciones.
A mí, cabeza abajo, no me aruñen,
no me inciten con noches boreales,
no me enciendan la luces de la sala,
no me amenacen con ponerme recto.
A mí, cabeza abajo, ni una quebranto,
ni hacer el pino para ver mis ojos,
ni sentir compasión por mis riñones,
ni proponerme para premio alguno.
Sobre todas las cosas, no me recen,
ni digan: Dios perdone su impostura.
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