Los pájaros no piensan en el mundo.
La brisa va, viene, se olvida.
La muerte viene.
Viene el sol a encandilarte. Oye tu corazón.
No pasará de este instante el latido.
Y todo lo que no puedes decir.
Así vuelves cada mañana hasta tu rostro, en cuyo labios solo habita un horizonte de mar, un sol que se aleja, pero cuya irradiación sobre los cielos que se deslizan sin reproche colma tu ceguera
Por Jose Carlos Cataño
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