Entre los detalles que por el momento han trascendido sobre el carácter del recién elegido presidente francés, François Hollande, destaca uno sobre sus gustos literarios.
El nuevo patriarca de los hijos de la república, y potencial figura clave en el devenir de todo el continente europeo, ha apuntado en una entrevista a la cadena de televisión RTL que su libro de cabecera es Germinal, de Emile Zola. La novela realista del siglo XIX narra la historia de un mísero pueblo minero que se embarca en una huelga con desenlace trágico, aunque a la vez esperanzador: a pesar del fracaso de la revolución de los trabajadores, queda la semilla para el futuro. Quien quiera leer entre líneas, tiene base para hacerlo.
Como Hollande, otros mandatarios han reseñado sus preferencias a la hora de sentarse a leer.
Y de ellas, se puede deducir mucho de su personalidad.
O no: ¿importa si los líderes leen? Si se le preguntara al candidato mexicano priista Enrique Peña Nieto, probablemente diría que sí
. A él, no saber nombrar sus tres libros favoritos en la Feria de Guadalajara el pasado diciembre le costó la mofa pública en Twitter, donde en cuestión de horas circularon más de 60.000 mensajes reproduciendo la anécdota.
España
Antes de zambullirse en la vorágine presidencial, Mariano Rajoy reveló su lectura de cabecera: El caballero de Alcántara, de Jesús Sánchez Adalid. El libro, de género histórico, se ambienta en un periodo de convulsión en España: la época de Felipe II, que reinó en el siglo XVI. La trama se centra en la figura de Luis María Monroy, pionero del oficio del espionaje, que sirvió al monarca para desenmascarar a los mercaderes desleales.
El expresidente José Luis Rodríguez Zapatero también hizo públicas sus obras predilectas. “El Quijote es mi libro preferido, pero también leo novelas y poesía, que es la raíz de una buena literatura”, dijo ante una congregación de niños de 8 y 9 años en la celebración del día del libro en Guadalajara, en abril de 2007. La obra de Cervantes, añadió, “es la gran novela de nuestra lengua y un tesoro que tenéis que cuidar”. De acuerdo con su biografía online,
Zapatero es, además, un gran lector de literatura hispanoamericana, “en particular de Jorge Luis Borges”.
Para Felipe González, el placer de la lectura se desató con Marguerite Yourcenar y sus famosas Memorias de Adriano. Cuando el mandatario reveló el título, las ventas de la novela en España subieron como la espuma.
Francia
Antes de Hollande, hubo Sarkozy. Hace solo una semana, aún con alojamiento en el Elíseo, el hoy expresidente evocaba en un mitin en la ciudad de Aviñón al escritor Stéphane Camus. Un lapsus, porque lo que quiso decir fue Albert Camus. “Me hubiera gustado tanto nacer a orillas del Mediterráneo”, prosiguió tras el error, que rápidamente se convirtió en trending topic en Twitter. Camus sí lo hizo, solo que no precisamente en el mar francés, sino en el de la excolonia de Argelia.
EE UU
Muchos de los presidentes de la historia de EE UU han dejado para la posteridad sus preferencias literarias. El último, Barack Obama, ha demostrado en numerosas ocasiones sus conocimientos e interés en multitud de libros y autores, tantos que la publicación The daily beast elaboró una lista completa de sus lecturas entre la campaña presidencial de 2008 y la publicación del listado en 2010, que incluía títulos como The Rise of Theodore Roosevelt, una biografía sobre su homólogo escrita por Edmund Morris o Lessons in Disaster: McGeorge Bundy and the Path to War in Vietnam (Lecciones sobre el desastre: McGeorge Bundy y el camino a la guerra en Vietnam), de Gordon M. Goldstein. Aunque su clásico de todos los tiempos, si no se ha actualizado desde 2008, es Moby Dick, de Herman Melville. La revista Vanity Fair publicaba recientemente varios extractos de las cartas de amor que Obama envió a una novia de época universitaria, Alex McNear. Uno de ellos reza:
No he leído La tierra baldía en un año, y nunca me molesté en revisar todas las notas al pie. Pero me voy a lanzar a hacer estas declaraciones: [T. S.] Eliot contiene la misma visión extática que va desde Münzer a Yeats. Sin embargo, él retiene una base del orden/realidad social de su tiempo.
Enfrentado a lo que él percibe como una elección entre el caos extático y el orden mecánico inerte, accede a mantener la separación de la pureza asexual y la brutal realidad sexual. […] Y su fatalismo nace de la relación entre la fertilidad y la muerte, de la que ya hablé en mi última carta: la vida se alimenta de sí misma. Un fatalismo que comparto a veces con la tradición occidental. Pareces sorprendida de la irreconciliable ambivalencia de Eliot; ¿no compartes tú misma esa ambivalencia, Alex?
Aunque el expresidente George W. Bush también ha asegurado en ocasiones ser aficionado a la palabra impresa, en realidad, su “experiencia cultural favorita”, es el béisbol. En la campaña presidencial del año 2000, puso nombre a su autor preferido: John Le Carré. O “La Care, Le Carrier, o como se pronuncie su nombre”.
Bill Clinton, reconocido devoralibros, creó a través de su fundación la biblioteca William J. Clinton, en Little Rock, Arkansas. Con ocasión de la celebración de una exposición en su espacio en 2004, el expresidente desveló una lista con sus 21 títulos favoritos, entre los que incluyó Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado, de Maya Angelou y las Meditaciones de Marco Aurelio.
Otros lectores líderes
Como Zapatero, el actual premier británico, David Cameron, reveló sus gustos literarios ante una audiencia infantil. Y él también barrió para casa: su novela para niños favorita es, aseguró, Our Island Story de Henrietta Elizabeth Marshall, que resume la historia de Gran Bretaña desde la época romana a la victoriana.
En solo cuestión de horas, el presidente venezolano Hugo Chávez consiguió convertir en superventas la obra de Eduardo Galeano de 1971 Las venas abiertas de América Latina (el libro pasó del puesto 60.280 al décimo de la tabla de ventas del portal Amazon). La estrategia de marketing: le regaló el libro a Obama, frente a las cámaras, en una reunión de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) en 2009.
A la pregunta sobre su libro favorito, la primera ministra australiana, Julia Gillard, no se mojó mucho: optó por la obra cumbre de un compatriota, Cloudstreet, de Tim Winton.
El primero presidente (1999-2008), luego primer ministro (2008-2012), y nuevamente presidente de Rusia Vladímir Putin, ha dado un paso más allá en la cuestión de la afición a la lectura. Según afirmó el pasado enero, entre sus planes de gobierno se encuentra la elaboración de una lista con los 100 libros que todo escolar ruso debería leer.
“En la década de 1920, algunas universidades punteras de los EE UU abogaron por algo llamado el Canon Occidental, un canon de libros considerados como los más importantes e influyentes en la cultura occidental en formación. Todo estudiante que se respetara a sí mismo debía leer 100 libros de una lista especialmente elaborada de los mejores libros del mundo occidental”.
El nuevo patriarca de los hijos de la república, y potencial figura clave en el devenir de todo el continente europeo, ha apuntado en una entrevista a la cadena de televisión RTL que su libro de cabecera es Germinal, de Emile Zola. La novela realista del siglo XIX narra la historia de un mísero pueblo minero que se embarca en una huelga con desenlace trágico, aunque a la vez esperanzador: a pesar del fracaso de la revolución de los trabajadores, queda la semilla para el futuro. Quien quiera leer entre líneas, tiene base para hacerlo.
Como Hollande, otros mandatarios han reseñado sus preferencias a la hora de sentarse a leer.
Y de ellas, se puede deducir mucho de su personalidad.
O no: ¿importa si los líderes leen? Si se le preguntara al candidato mexicano priista Enrique Peña Nieto, probablemente diría que sí
. A él, no saber nombrar sus tres libros favoritos en la Feria de Guadalajara el pasado diciembre le costó la mofa pública en Twitter, donde en cuestión de horas circularon más de 60.000 mensajes reproduciendo la anécdota.
España
Antes de zambullirse en la vorágine presidencial, Mariano Rajoy reveló su lectura de cabecera: El caballero de Alcántara, de Jesús Sánchez Adalid. El libro, de género histórico, se ambienta en un periodo de convulsión en España: la época de Felipe II, que reinó en el siglo XVI. La trama se centra en la figura de Luis María Monroy, pionero del oficio del espionaje, que sirvió al monarca para desenmascarar a los mercaderes desleales.
El expresidente José Luis Rodríguez Zapatero también hizo públicas sus obras predilectas. “El Quijote es mi libro preferido, pero también leo novelas y poesía, que es la raíz de una buena literatura”, dijo ante una congregación de niños de 8 y 9 años en la celebración del día del libro en Guadalajara, en abril de 2007. La obra de Cervantes, añadió, “es la gran novela de nuestra lengua y un tesoro que tenéis que cuidar”. De acuerdo con su biografía online,
Zapatero es, además, un gran lector de literatura hispanoamericana, “en particular de Jorge Luis Borges”.
Para Felipe González, el placer de la lectura se desató con Marguerite Yourcenar y sus famosas Memorias de Adriano. Cuando el mandatario reveló el título, las ventas de la novela en España subieron como la espuma.
Francia
Antes de Hollande, hubo Sarkozy. Hace solo una semana, aún con alojamiento en el Elíseo, el hoy expresidente evocaba en un mitin en la ciudad de Aviñón al escritor Stéphane Camus. Un lapsus, porque lo que quiso decir fue Albert Camus. “Me hubiera gustado tanto nacer a orillas del Mediterráneo”, prosiguió tras el error, que rápidamente se convirtió en trending topic en Twitter. Camus sí lo hizo, solo que no precisamente en el mar francés, sino en el de la excolonia de Argelia.
EE UU
Muchos de los presidentes de la historia de EE UU han dejado para la posteridad sus preferencias literarias. El último, Barack Obama, ha demostrado en numerosas ocasiones sus conocimientos e interés en multitud de libros y autores, tantos que la publicación The daily beast elaboró una lista completa de sus lecturas entre la campaña presidencial de 2008 y la publicación del listado en 2010, que incluía títulos como The Rise of Theodore Roosevelt, una biografía sobre su homólogo escrita por Edmund Morris o Lessons in Disaster: McGeorge Bundy and the Path to War in Vietnam (Lecciones sobre el desastre: McGeorge Bundy y el camino a la guerra en Vietnam), de Gordon M. Goldstein. Aunque su clásico de todos los tiempos, si no se ha actualizado desde 2008, es Moby Dick, de Herman Melville. La revista Vanity Fair publicaba recientemente varios extractos de las cartas de amor que Obama envió a una novia de época universitaria, Alex McNear. Uno de ellos reza:
No he leído La tierra baldía en un año, y nunca me molesté en revisar todas las notas al pie. Pero me voy a lanzar a hacer estas declaraciones: [T. S.] Eliot contiene la misma visión extática que va desde Münzer a Yeats. Sin embargo, él retiene una base del orden/realidad social de su tiempo.
Enfrentado a lo que él percibe como una elección entre el caos extático y el orden mecánico inerte, accede a mantener la separación de la pureza asexual y la brutal realidad sexual. […] Y su fatalismo nace de la relación entre la fertilidad y la muerte, de la que ya hablé en mi última carta: la vida se alimenta de sí misma. Un fatalismo que comparto a veces con la tradición occidental. Pareces sorprendida de la irreconciliable ambivalencia de Eliot; ¿no compartes tú misma esa ambivalencia, Alex?
Aunque el expresidente George W. Bush también ha asegurado en ocasiones ser aficionado a la palabra impresa, en realidad, su “experiencia cultural favorita”, es el béisbol. En la campaña presidencial del año 2000, puso nombre a su autor preferido: John Le Carré. O “La Care, Le Carrier, o como se pronuncie su nombre”.
Bill Clinton, reconocido devoralibros, creó a través de su fundación la biblioteca William J. Clinton, en Little Rock, Arkansas. Con ocasión de la celebración de una exposición en su espacio en 2004, el expresidente desveló una lista con sus 21 títulos favoritos, entre los que incluyó Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado, de Maya Angelou y las Meditaciones de Marco Aurelio.
Otros lectores líderes
Como Zapatero, el actual premier británico, David Cameron, reveló sus gustos literarios ante una audiencia infantil. Y él también barrió para casa: su novela para niños favorita es, aseguró, Our Island Story de Henrietta Elizabeth Marshall, que resume la historia de Gran Bretaña desde la época romana a la victoriana.
En solo cuestión de horas, el presidente venezolano Hugo Chávez consiguió convertir en superventas la obra de Eduardo Galeano de 1971 Las venas abiertas de América Latina (el libro pasó del puesto 60.280 al décimo de la tabla de ventas del portal Amazon). La estrategia de marketing: le regaló el libro a Obama, frente a las cámaras, en una reunión de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) en 2009.
A la pregunta sobre su libro favorito, la primera ministra australiana, Julia Gillard, no se mojó mucho: optó por la obra cumbre de un compatriota, Cloudstreet, de Tim Winton.
El primero presidente (1999-2008), luego primer ministro (2008-2012), y nuevamente presidente de Rusia Vladímir Putin, ha dado un paso más allá en la cuestión de la afición a la lectura. Según afirmó el pasado enero, entre sus planes de gobierno se encuentra la elaboración de una lista con los 100 libros que todo escolar ruso debería leer.
“En la década de 1920, algunas universidades punteras de los EE UU abogaron por algo llamado el Canon Occidental, un canon de libros considerados como los más importantes e influyentes en la cultura occidental en formación. Todo estudiante que se respetara a sí mismo debía leer 100 libros de una lista especialmente elaborada de los mejores libros del mundo occidental”.
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