Un 14 de abril descolorido
Decía Albert Camus que los debates políticos hay que hacerlos en la sobremesa, refiriéndose a la necesidad de que hay que tener primero cubiertas las necesidades básicas para luego dedicarse a polemizar.
Y eso es lo que pasa en este país y en este tiempo, que se confunde lo urgente con lo importante, porque a veces la urgencia es tan evidente que hace desaparecer los grandes temas de fondo. Ayer fue 14 de abril, una fecha en la que los republicanos sacan a pasear su pensamiento tricolor, y en este año en el que la monarquía española no pasa por su mejor momento.
Está claro que ninguna persona es superior a otra por nacimiento, eso ya viene en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de hace doscientos cincuenta años, pero la verdad es que no hace falta frase alguna, la propia monarquía está haciendo una sesuda campaña antimonárquica. Parece que la propia familia que ostenta el privilegio de sucederse en la Jefatura del estado no acaba de entenderlo, y del Rey abajo todos, porque entre lo de Urdangarín y el escopetazo de Froilán parece los yernos reales fueron elegidos por fervorosos republicanos.
Nuestras abuelas recomendaban tener siempre muy limpia la ropa interior, por si ocurría algo, y ahora todos nos estamos preguntando qué se le había perdido al Rey en la punta sur de Africa, en plena ruta de los elefantes. Aparte de lo mal que queda esa afición por liquidar animalitos, está la imagen del derroche, pues son muchas las familias que comerían caliente con lo que ha costado esta juerga. España es un estado muy peculiar, dado al caudillismo, en el que un monarca suele representar ese papel, aunque últimamente la imagen de un caudillo con muletas no ayuda mucho
. Tampoco acabo de fiarme (por venir de quien viene) de esa república presidencialista que algunos proponen.
En idea de Lampedusa, cambiar algo para que todo siga igual; y como dijo aquella vez Ortega "No es eso, no es eso".
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(Este post sale un día después de su fecha ideal no por olvido, sino por decisión propia -ayer no era día de palabras-, lo mismo que ayer y hoy me he inhibido del centenario del hundimiento del Titánic, puesto que ya publiqué hace unos días un relato sobre el asunto).
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