Está bien que abunden los poetas que viven en la luz. (Ellos no buscan la luz. La luz viene y se cierne graciosamente sobre su nada, sobre su tranquilo, acorde pasar de días).
Uno ve poetas arrastrados por las nubes a los limos más sombríos, más indecibles, poetas cuya palabra, aun trabada en las ramas partidas, pelea contra la luz que pasa de largo por los cielos más amplios.
A uno le gusta que una multitud de poetas abunde en la luz inane, que eso no es pelea, eso es dejarse ser; como decir, dejarse vestir de luces.
Le gusta a uno que abundando en la luz, pasen por el mundo sin decir nada. Solo una palabra bella, una expresión feliz. Solo una conformidad.
La luz más cruel jamás tocará sus dichosos cadáveres, tan logrados y redondos con el apacible hedor de su perfección ejemplar.
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