. Pero emplear esta prenda no siempre estuvo carente de connotaciones y, aún hoy, todavía se lee como un símbolo de poder, fuerza o incluso irreverencia en algunos ámbitos.
Y es que desde la escritora George Sand se apropiara del calzón para recorrer más cómodamente las calles de París, esta prenda ha vestido las pequeñas y grandes revoluciones que han jalonado la ruta hacia la emancipación de las mujeres. Un camino que la socióloga francesa Christine Bard disecciona en Historia políticia del pantalón (Ensayo Tusquets).
La autora recorre las etapas más significativas de la apropiación de esta prenda por las mujeres: desde sus primeros y tímitidos pasos dentro del mundo del deporte en los años veinte hasta las dificultades que las profesionales tuvieron prácticamente hasta hoy para poder utilizarlo en sus puestos de trabajo.
Aún cuando las mujeres lograron la igualdad civil, amplios sectores de la sociedad no aceptaban que vistieran pantalones
Y no es necesario retrotraerse demasiado en el tiempo. Bard recuerda que en 1970 los ordenanzas de la Asamblea Nacional francesa niegan la entrada a Denise Cacheux (socialista) y Michèle Alliot-Marie (gaullista) por llevar pantalones. Esta última, consejera del gabinete de Edgar Faure explica a este ministro que si lo que les molesta es el pantalón, ella estaría dispuesta a quitárselo sin ningún problema. Y solo a través de esta pequeña irreverencia consigue doblegar al ordenanza y sentar precedente para el resto de políticas.
Aún hoy, los pantalones todavía no son una prenda neutral, ni carente de significado, cuando quien los viste es una mujer. Buena prueba de ello son las críticas que recibió el esmoquín que la entonces ministra de Defensa, Carme Chacón, lució en la Pascua Militar de 2009.
El protocolo afirma que las mujeres debían llevar vestidos largos.
Pero el revuelo que causó su elección fue tal que el departamento de Defensa tuvo que aclarar que el estilismo de Chacón se ajustaba "perfectamente" a la etiqueta requerida.
El uso del pantalón por parte de las mujeres se aceptó socialmente por un breve periodo de tiempo y razones puramente prácticas durante la II Guerra Mundial.
La mujeres tienen que incorporarse como obreras en fábricas dy allí adoptan la vestimenta más cómoda y segura: pelo recogido y pantalones.
Pero en cuanto los soldados vuelven del frente, las mujeres vuelven a la cocina y se impone una hiperfeminización en su indumentaria que busca potenciar su rol tradicional como reposo del guerrero y madre.
Aún así, el pantalón no desaparece del todo, sobre todo entre las mujeres que se condiran más modernas. Audrey Hepburn encarna mejor que nadie este nuevo estilo
. Exhibe un aire masculino y femenino al mismo tiempo, una combinación aceptable en unos tiempos todavía muy puritanos. Es la embajadora ideal del pantalón femenino, que lleva con zapatos planos y el pelo corto. Su estilo, imitado por numerosas admiradoras, influye mucho en la aceptación del pantalón.
El estilo de Audrey Hepburn es imitado por miles de admiradoras e influye en la aceptación del pantalón
El diseñador considera, no obstante, que "la libertad y la igualdad no se comprar con un calzón", sino que "son un estado de ánimo".
A finales de los años sesenta y principios de los setenta, tiene lugar la revolución de los vaqueros, se convierten en la primera prenda "mixta".
Constituyen un emblema del movimiento revolucionario en los campus, del rechazo a la guerra de Vietnam, de la lucha de los negros por sus derechos civiles y del resurgimiento del feminismo. Con el estilo hippy, los 'jeans' experimentan un difusión masiva entre ambos sexos.
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