EL CALOR
Hay quietud hasta en las alas de los grillos, los olivares cantan, entre sus hojas, un silencio denso que va rompiendo, en gotitas, todos los sueños y la sed de nuestros cuerpos…
Entre las sombras, recorro con las manos tu sudor que me deja impregnada de deseo; sólo me calma el eco de tu lejana voz, el recuerdo a mar de tus pupilas donde un horizonte infinito guarda nuestros besos.
Cuando vuelva el sol a quemar mis retinas, en esa deslizante agonía de horas muertas, recordaré el frescor llameante de tus suspiros, mientras me llamabas en la intima oscuridad de mis entrañas.
Tus dedos desmenuzan palabras sobre mi lengua,
el calor las derrite
y la tarde, castigada de espejismos,
devuelve la sensatez
a unos pies cansados
que roturan de caminos nuevos la campiña…
Lola Bertrand
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