He venido observando la alineación de Venus con Júpiter al anochecer por el oeste
. Todo empezó cuando, sentado en la terraza, en busca de nuevos horizontes mis ojos se fijaron en la medialuna recostada sobre las frondas del parque de enfrente, por encima Júpiter y, ya en cielo abierto, Venus, los tres elementos formando una lanza bella y carente de significación.
Por esos días estaba anotando una serie que pudo haberse titulado Diario de un escritor de acera. O en la acera. Las fantasmadas del constructor que desolado por los escasos márgenes de comisiones en Cataluña (y España), lleva un tiempo desplegando sus dominios por la península Arábiga, después de haber enladrillado y asfaltado Marruecos. El Hombre-Chiste, que toma asiento y contacto con la humanidad a través de El Chiste. El pequeño constructor melancólico que tiene que conformarse con el mercado de Polonia. El borrachuzo falan-franquista, gitano y catalán.
Todos ellos han sacado por la córnea su pequeña lagrimita en cuanto la escucha se les ha hecho evidente, entre la absoluta palabrería, las gracias, las anécdotas, el ruido de sus bocas y mentes. El constructor ahora arábigo, pero que anuncia un nuevo porvenir en Irak, ha contado cuando dormía con la pierna atada a los caballos, en la sierra cordobesa de su infancia cruda. Así también escuchamos en numerosas tardes de despacho las durezas existenciales de Lara antes de triunfar en Barcelona con la ayuda de su mujer y de Félix Ros. Mientras tanto, la luna prosiguió su camino, Venus y Júpiter cambiaron posiciones y distancias.
El otro día, a punto de terminar mi periodo de escritor en la acera, se juntaron frente a frente los luceros, mientras debajo de ellos brillaban las florecillas rosadas del ciruelo de calle.
Y luego ya están por todas partes las flores amarillas de estos días del año, el dominio común, más escandaloso que nunca, de los políticos ineptos y corruptos como en la década anterior, y en la otra, y en la otra. Porque no parece que Cataluña (y España) tenga remedio.
Al cacique lo han llevado a El Corte Inglés para que se modernice la ropa. Los secretarios de ayuntamiento lucen monturas de lujo dorado
. Los escritores ya han viajado un rato y disponen de un arsenal de citas considerable; se han depilado las cejas. Cualquiera ya se pone en España (y Cataluña) camisa a cuadros, corbata a rayas, chaqueta a cuadros, para fingirse liberal e ilustrado como cualquier anglosajón
. Salvo los patriotas, que en Cataluña llevan camisa negra. Y el jefe de aquí glosa a su muerte la figura de Teresa Pàmies como si la hubiera leído; como si tuviera importancia.
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