Ante la condena al juez Garzón, uno puede preguntarse si el impermeable que ha vestido todos estos años también quedará inhabilitado. Ese carácter impermeable irritaba en los pasillos del Supremo. Ahora quedamos a la intemperie y Gürtel a cubierto.
Mejor arropado veremos el sábado 25 a Urdangarin en su primera jornada de juicio.
Al día siguiente se entregarán los Oscar, y ya se recuerda que nuestra Casa del Rey prefiere dar sus noticias importantes los sábados, así la información llega al lunes menos fresca.
También se comenta el disgusto que nos daremos cuando se acabe este juicio, se restituya la normalidad y nos quedemos sin tema de conversación.
Ahora todo el protagonismo lo ostenta su defensor, Mario Pasqual Vives, que parece sacado de una oficina de casting de abogados con perfil discreto y tono conciliador.
Pasqual Vives cree tanto en la inocencia de su defendido que no deja de dar declaraciones cargadas de ese optimismo que a todos nos falta. “Si él ha hecho algo que no es correcto, pedirá disculpas”, afirmó.
Siempre acompañado de su bufanda roja e indescifrable, Pasqual atiende a todos los reporteros con una simpatía propia de alguien que confía al máximo en el género humano
. Y así habrá departido con la infanta, pese a que nos confesara que la vio “preocupada”. El mundo defensor de Pasqual es correcto, sin estridencias, porque esas se dejan para los salones donde Urdangarin es ese tema que anima y reúne a familias y amigos en un mismo góspel. “Al final… no pasará nada”.
El martes, Arantxa Sánchez Vicario estrena una nueva etapa vital.
Se hará escritora y además en un género exitoso: la biografía de una carrera triunfal unida al retrato de una familia destruida. Padres supuestamente explotadores, hijas millonarias que se casan en segundas nupcias con novios presuntamente espiados por los padres arruinadores.
Madres desoladas que emiten comunicados cargados de decepción y listado de enfermedades durísimas.
Será este el partido más largo de Arantxa y la reafirmación de que en la vida de los deportistas de élite como Sánchez Vicario o Urdangarin, el tiempo, la familia y el dinero conforman un triángulo de peligro con vértices en Bermudas, Belice y Andorra.
Una vez superados todos los juicios, y los sudores fríos, Arantxa e Iñaki, y algunos otros, podrían fundar una institución con ánimo para todo marcada por las siglas de esos paraísos fiscales: la BBA, para gestionar inocencias perdidas.
Febrero para los estadounidenses es el mes de la Super Bowl, el partido final de su liga de fútbol.
Es un juego complicadísimo, los jugadores cada dos por tres hacen cónclaves en la mitad de la cancha, supuestamente para dirimir dónde o cómo lanzar la pelota, o también para hablar de Arantxa y Urdangarin, la BBA y lo conveniente de asegurarse un jurado popular en nuestros tribunales.
Pero a millones de nuevos espectadores lo que de verdad les interesó fue la actuación en el medio tiempo de Madonna.
Hasta los abdominales de David Beckham anuncia un natural ensanchamiento. ¡El Photoshop pasa de moda!
. En sus 12 minutos de actuación fue capaz de sintetizar su propia carrera de 30 años, convertir su mayor himno gay, Vogue, en mística para las masas.
También rindió homenaje al espectáculo como espejo de la historia con una formidable entrada triunfal mezclando elementos de la Cleopatra hollywoodense con el Metrópolis de Fritz Lang.
En esos 12 minutos de Coliseo, Madonna mezcló más cosas: la esencia negra y espiritual de Estados Unidos –a través de un góspel incluido en su hit Like a prayer– y el guiño posfeminista a las eternas pomponeras de este tipo de eventos deportivos, el poder de las chicas, porque también ellas son parte de la inmensa iconografía estadounidense.
Con este mensaje encriptado y evidente, Madonna dejó claro otra cosa: nunca ha necesitado tutela. Se basta a sí misma para crear y sostener una carrera de 30 años y éxitos. Un mensaje para ellas, Soraya y María Dolores: ¡chicas, no es necesario dejarse tutelar por las sotanas! Solitas se pueden conseguir muchas y buenas cosas.
En la Super Bowl también se estrenan anuncios. El más visto ha sido el de la campaña para ropa interior masculina firmada por David Beckham.
En el anuncio se aprecia que Beckham ya es un hombre maduro. Luce arrugas donde las hay, en el entrecejo, alrededor de los ojos, a cada lado de los labios. Hasta los abdominales anuncian un natural ensanchamiento
. ¡El Photoshop pasa de moda!
Este mundo raro en el que vamos adentrándonos por la crisis ha conseguido envejecer una de las grandes apuestas del siglo: la forzada y permanente juventud.
Ya gustan menos las frentes lisas y los rostros paralizados por el bótox. Ahora la aceptación, aunque leve, del paso del tiempo es más fácil.
Hace rato que perdimos la noción de ser naturales, pero con los pechos PIP estallando y las acrobacias de Madonna deprimiendo a sus contrincantes más jóvenes, Beckham, con sus arrugas, nos echa a la cara que hacerse mayor es la tendencia.
Febrero inolvidable y frío.
Así como el abogado de Urdangarin nos orienta con conformarnos con aceptar sus disculpas sin hablar de devolver la pelota, Arantxa golpea con la raqueta a su madre, Beckham descubre que el antídoto al envejecimiento es lucirlo.
Marcando un gol.
Muere el Photoshop, también la culpabilidad.
Y acaba el partido.
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