Escuché anoche algunas opiniones sobre Arco que me llevaron a pensar en la posible relación entre esa feria del arte y la inmediata celebración de la Copa del Rey.
Permítanme que desvele algunos de los rasgos de lo que escuché hasta llegar a ese paralelismo.
Arco ha sido, a lo largo del tiempo, un diapasón de la vida cultural española; cuando la movida madrileña, Arco teñía la ciudad como un ciclón de aire fresco que dominaba todas las terrazas.
Era un acontecimiento que, se celebrara donde se celebrara, parecía celebrarse también en el centro de la ciudad.
A lo largo de los años sus cambios de ubicación coincidieron con mezquinas aproximaciones urbanas a la importancia del centro de Madrid, al centro más abierto de Madrid, a favor de las incomodidades de la periferia, alimentada con grandes centros de usos múltiples para revalorizar esos suelos periféricos.
Allí se instaló Arco, le quitaron a la ciudad su cercanía e hicieron del lugar de la feria un sitio accesible, sobre todo, para los directamente interesados, vendedores y compradores del arte. Se puso lejos Arco, como para que no fuera de la ciudad. Error.
Después, como a este país se le fue gastando el gusto por mezclar las artes plásticas con todo, y por tanto se dejó de discutir de cultura en estos acontecimientos, la feria se fue haciendo cada vez más profesional y más ufana de serlo. Se secó la palabra, se cuidó la vista, pero no tanto.
Ahora Arco es una gran feria internacional del arte, y no tan grande, pero se celebra en las afueras de Madrid en el sentido más específico del término: es una feria alejada.
Si hubiera un consorcio civil (esa palabra escuché, y la subrayo mucho, pues es importante tenerla en cuenta) en el que participaran los poderes municipales y provinciales, el poder cultural, el poder hotelero, etcétera, y se pusieran de acuerdo en potenciar Arco como el gran acontecimiento cultural y artístico, comercial, un lugar de conversación mútliple y desparramada, la deprimida economía de Madrid, pero sobre todo la deprimida cultura de Madrid, conocería al menos una vez un año un oasis muy claro y muy determinante. Sería, otra vez, aire de movida. Es fácil, pero no se intenta.
También dijeron, los reunidos, que había que mirar a América Latina. Ese enorme poder creativo, cultural, y ahora económico, no está suficientemente atraído por Arco. Una pérdida.
Eso escuché.
Y en seguida se me vino a la cabeza el tema del estadio dónde debe celebrarse la Copa del Rey. Madrid (el Real Madrid) no la quiere aquí porque no quiere que el Barça o el Athletic se proclamen ganadores (uno u otro) en su campo.
Una venganza, al parecer, pues el Barça otra vez le negó la sal de su propio estadio.
Pequeñeces mezquinas. Los hoteleros han dicho que pierden veinte millones de euros por esa gracia.
Pues lo que decían anoche era que un acuerdo general para que Arco sea más grande, más desparramado y más próximo (a Madrid) sería un serio apoyo a la capacidad industrial y generadora de riqueza de esta feria internacional que no es más importante (o no es tan importante) porque esa instancia civil no ha pensado nunca en arrimar el hombro para hacerla más atractiva y accesible.
Ah, y escuché también que Arco debería situarse una semana antes o una semana después, pues su celebración habitual coincide siempre con las vacaciones escolares en muchos de los países de donde vendrían los grandes coleccionistas, y eso los retiene en sus sitios.
Eso oí. Lo único que es mío es la reflexión sobre la Copa del Rey. Que conste.
Permítanme que desvele algunos de los rasgos de lo que escuché hasta llegar a ese paralelismo.
Arco ha sido, a lo largo del tiempo, un diapasón de la vida cultural española; cuando la movida madrileña, Arco teñía la ciudad como un ciclón de aire fresco que dominaba todas las terrazas.
Era un acontecimiento que, se celebrara donde se celebrara, parecía celebrarse también en el centro de la ciudad.
A lo largo de los años sus cambios de ubicación coincidieron con mezquinas aproximaciones urbanas a la importancia del centro de Madrid, al centro más abierto de Madrid, a favor de las incomodidades de la periferia, alimentada con grandes centros de usos múltiples para revalorizar esos suelos periféricos.
Allí se instaló Arco, le quitaron a la ciudad su cercanía e hicieron del lugar de la feria un sitio accesible, sobre todo, para los directamente interesados, vendedores y compradores del arte. Se puso lejos Arco, como para que no fuera de la ciudad. Error.
Después, como a este país se le fue gastando el gusto por mezclar las artes plásticas con todo, y por tanto se dejó de discutir de cultura en estos acontecimientos, la feria se fue haciendo cada vez más profesional y más ufana de serlo. Se secó la palabra, se cuidó la vista, pero no tanto.
Ahora Arco es una gran feria internacional del arte, y no tan grande, pero se celebra en las afueras de Madrid en el sentido más específico del término: es una feria alejada.
Si hubiera un consorcio civil (esa palabra escuché, y la subrayo mucho, pues es importante tenerla en cuenta) en el que participaran los poderes municipales y provinciales, el poder cultural, el poder hotelero, etcétera, y se pusieran de acuerdo en potenciar Arco como el gran acontecimiento cultural y artístico, comercial, un lugar de conversación mútliple y desparramada, la deprimida economía de Madrid, pero sobre todo la deprimida cultura de Madrid, conocería al menos una vez un año un oasis muy claro y muy determinante. Sería, otra vez, aire de movida. Es fácil, pero no se intenta.
También dijeron, los reunidos, que había que mirar a América Latina. Ese enorme poder creativo, cultural, y ahora económico, no está suficientemente atraído por Arco. Una pérdida.
Eso escuché.
Y en seguida se me vino a la cabeza el tema del estadio dónde debe celebrarse la Copa del Rey. Madrid (el Real Madrid) no la quiere aquí porque no quiere que el Barça o el Athletic se proclamen ganadores (uno u otro) en su campo.
Una venganza, al parecer, pues el Barça otra vez le negó la sal de su propio estadio.
Pequeñeces mezquinas. Los hoteleros han dicho que pierden veinte millones de euros por esa gracia.
Pues lo que decían anoche era que un acuerdo general para que Arco sea más grande, más desparramado y más próximo (a Madrid) sería un serio apoyo a la capacidad industrial y generadora de riqueza de esta feria internacional que no es más importante (o no es tan importante) porque esa instancia civil no ha pensado nunca en arrimar el hombro para hacerla más atractiva y accesible.
Ah, y escuché también que Arco debería situarse una semana antes o una semana después, pues su celebración habitual coincide siempre con las vacaciones escolares en muchos de los países de donde vendrían los grandes coleccionistas, y eso los retiene en sus sitios.
Eso oí. Lo único que es mío es la reflexión sobre la Copa del Rey. Que conste.
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