Juguemos con la sutilidad de los diálogos
en este vacío de la comunicación indefinida.
Provoquemos entre nosotros algo ambicioso
que provoque reacciones nunca inocuas
entre los que nos miren como observadores.
Que vean que, hablándonos, nos miramos
serenos y llenos de intencionalidad,
capaces de lanzarnos atrevidos mensajes
que, a veces, traspasan la frontera vital
de las caricias no forzadas más sublimes.
Nuestra conversación aún no está escrita
y su historia está en lo que no se cuenta,
en el luminoso instante, anterior y posterior,
de cada uno de los gestos de tus labios
abriendo las puertas a la fragancia
de tus siempre esperadas palabras.
Para algunos, simples observadores,
simples y meras palabras encadenadas.
Para nosotros, que dialogamos,
la construcción de un espacio
en el que, sin darnos cuenta,
fuimos entrando hasta permanecer,
como en una no dominada resaca
sobrevenida tras beber copa tras copa,
de la que nos va quedando su olor,
y el recuerdo, en momentos inesperados,
de aquellos en los que afloraba tu voz.
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