Las palabras son microcosmos que van por el aire asociándose libremente a lo que ocurre; así actúan la imaginación y la memoria, y de ello viene la literatura. Muchas veces lo que ocurre en distintos campos de la vida procura esa interacción, que puede ser rica y brillante y otras veces es tan opaca que conduce al miedo o a la melancolía.
Ayer sucedió eso.
En un lugar del mundo, Bruselas, un hombre bien trajeado, dotado con una bufanda poderosa, fue despojándose poco a poco de sus aditamentos invernales, descubrió en una sala bien iluminada la espalda de un hombre al que buscaba, y antes de que éste acabara una conversación con otra persona que tenía al lado, se lanzó a su oído y le hizo en inglés una profecía sobre la que tenía todos los datos.
Lo que sobresale de esa conversación ya lo sabe todo el mundo de dios en este país y en cualquier parte, pues lo reprodujeron las radios, los periódicos y las televisiones: "extremadamente agresiva", la reforma laboral española "será extremadamente agresiva" y "ya verás que te gusta".
El comentario, la cadencia que impuso aquel hombre de oscuro, el ministro Luis de Guindos, la sustancia de lo que emitía, la procedencia de la frase incluso, es decir, este país sonámbulo que vive ahora en el pozo del boxeador sonado, coincidió casi en el tiempo con otro suceso que ahora se airea con regocijo por parte de algunos y con extrema preocupación por parte de otros: la "extremadamente agresiva" condena al juez Garzón.
Dos golpes, uno sobre un juez, otro sobre las relaciones laborales que le esperan a este país, que pueden recibir los mismos golpes de agresividad que el ministro resumió con tanta inoportunidad como tino. Al terminar el día busqué los versos de César Vallejo que me inspira la condena de Garzón, la tan ignominiosa condena al juez: "Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!/ Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,/ la resaca de todo lo sufrido/ se empozara en el alma... ¡Yo no sé!"
Joaquín Jordá tituló en 1967 una de sus películas Dante no es únicamente severo, una metáfora que usa mucho el maestro Juan Cueto. También me vino ese título a la cabeza, como los versos de Vallejo; yo recordaba así el título: Dios no es únicamente severo.
Y sí, ni Dios ni Dante hubieran sido tan severos porque quizá no anidaba en ellos, en su depósito de severidad, tanta inquina como la que se advierte en el alma de los que han juntado a Garzón delante de tres juicios sucesivos, el primero de los cuales ya se ha visto con cuánta extrema agresividad se ha resuelto. Sólo la frase de Guindos, dicha para otra cosa, define en su justo término la impresión que produce el ámbito que cubre la sentencia de aquellos jueces severos como Dios mirando a Garzón como si lo estuvieran esperando al borde del purgatorio. En el lado de allá del purgatorio.
Ayer sucedió eso.
En un lugar del mundo, Bruselas, un hombre bien trajeado, dotado con una bufanda poderosa, fue despojándose poco a poco de sus aditamentos invernales, descubrió en una sala bien iluminada la espalda de un hombre al que buscaba, y antes de que éste acabara una conversación con otra persona que tenía al lado, se lanzó a su oído y le hizo en inglés una profecía sobre la que tenía todos los datos.
Lo que sobresale de esa conversación ya lo sabe todo el mundo de dios en este país y en cualquier parte, pues lo reprodujeron las radios, los periódicos y las televisiones: "extremadamente agresiva", la reforma laboral española "será extremadamente agresiva" y "ya verás que te gusta".
El comentario, la cadencia que impuso aquel hombre de oscuro, el ministro Luis de Guindos, la sustancia de lo que emitía, la procedencia de la frase incluso, es decir, este país sonámbulo que vive ahora en el pozo del boxeador sonado, coincidió casi en el tiempo con otro suceso que ahora se airea con regocijo por parte de algunos y con extrema preocupación por parte de otros: la "extremadamente agresiva" condena al juez Garzón.
Dos golpes, uno sobre un juez, otro sobre las relaciones laborales que le esperan a este país, que pueden recibir los mismos golpes de agresividad que el ministro resumió con tanta inoportunidad como tino. Al terminar el día busqué los versos de César Vallejo que me inspira la condena de Garzón, la tan ignominiosa condena al juez: "Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!/ Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,/ la resaca de todo lo sufrido/ se empozara en el alma... ¡Yo no sé!"
Joaquín Jordá tituló en 1967 una de sus películas Dante no es únicamente severo, una metáfora que usa mucho el maestro Juan Cueto. También me vino ese título a la cabeza, como los versos de Vallejo; yo recordaba así el título: Dios no es únicamente severo.
Y sí, ni Dios ni Dante hubieran sido tan severos porque quizá no anidaba en ellos, en su depósito de severidad, tanta inquina como la que se advierte en el alma de los que han juntado a Garzón delante de tres juicios sucesivos, el primero de los cuales ya se ha visto con cuánta extrema agresividad se ha resuelto. Sólo la frase de Guindos, dicha para otra cosa, define en su justo término la impresión que produce el ámbito que cubre la sentencia de aquellos jueces severos como Dios mirando a Garzón como si lo estuvieran esperando al borde del purgatorio. En el lado de allá del purgatorio.
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