Foto © José Carlos Cataño
Me acerco a tu rostro. Pero también me gusta alejarme. Quiero ver el halo que se abre cuando retiro los ojos. Quiero ese silencio entre el deseo y el ansia.
Quiero, a lo mejor, los sentidos fuera. O ser ya la dicha del declive, la luz que entre el día y la noche vibra como el último temblor, el oro que añora cuanto llegó a iluminar; esa luz que duda y, cuando se decide, nada hay que le ofrezca amparo.
Quiero, quizás, imitar la marea, que desciende sin saber de las olas que vendrán a sucederle. Tal vez todo sea cuestión de estrella y parpadeo. Como decir: de ti y de mí, tanta sangre en silencio, en silencio y encendida.
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