MUJER MIRANDO AL CIELO
Una mujer mirando al cielo puede
causar un cataclismo inesperado,
hacer girar la tierra en direcciones
contrarias a la física más obvia,
siempre que en el mirar se fortalezca
el cauce loco de un torrente ciego,
el cielo esté dispuesto a la aventura
y no ponga pretextos ni barreras
a ese momento de la entrega henchida.
Una mujer mirando al cielo puede
hacer que condiciones necesarias
se den en el instante apetecido
y choquen cicatrices con orugas
dando paso al diluvio deseado,
siempre que en ese instante una paloma,
o en su defecto un pájaro aterido,
cruce con su mensaje la distancia
que va del corazón a la deriva.
Una mujer mirando al cielo puede
dar esperanza al moribundo y luego
pugnar con su dolor y amortizarlo
hasta que el movimiento coja altura
y vuelvan a crecer los girasoles
y fértiles las piernas resuciten,
siempre que en algún sitio una sonrisa
prenda la mecha de los marginados
y empiece la pirámide a sentirse
derrotada sin base y sin cobijo.
Una mujer mirando al cielo puede
forzar al ángel ruin a la renuncia,
hacer que un imposible niño crezca,
pactar con una nube solidaria,
abrir puertas que andaban oxidadas.
Para eso es necesario, imprescindible,
dar paso a la ternura y devolverle
a cada cual lo que al venir al mundo
corresponde llevar en la mochila:
a la risa el sentido de la risa,
al llanto lo que debe ser el llanto,
al abrazo su eterna geometría,
al corazón la sangre que no tiene.
Dadas las condiciones necesarias
una mujer mirando al cielo puede.
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