El primer síntoma de que algo extraño ocurría en el cerebro de Marta apareció a mediados de julio de 2010 cuando llegó a casa y le dijo a sus padres:
“No sé qué me ocurre, pero me cuesta hablar”. Año y medio más tarde, la propia Marta Moragas explica: "Yo simplemente estaba esperando a una amiga y, cuando llegó, no podía coordinar mis pensamientos con las palabras; me costaba vocalizar.
Era muy extraño; antes nunca había notado nada parecido”.
A 6.000 km de distancia, y sin haber oído nunca hablar de Marta, la estudiante de la Universidad de Columbia en Nueva York Annalisa Meier relata algo sobrecogedoramente parecido:
"Llevaba unos días con dolor de cabeza, pero mi primer síntoma fue que no podía decir lo que pensaba. No encontraba las palabras. Llamé a mi madre asustada pero no me entendía"
Al principio, los padres de Marta no dieron gran importancia a ese incidente.
Pero a los pocos días Marta empezó a tener comportamientos más preocupantes. “Había momentos en que se quedaba ausente y otros en que se movía de manera descoordinada, decía frases sin sentido, y mostraba mucha ansiedad. Enseguida la llevamos al hospital”, explica Emili Moraga.
Los neurólogos del hospital Vall d’Hebrón de Barcelona le hicieron varias pruebas. Pero todo parecía normal.
Le diagnosticaron crisis de ansiedad, y le dieron el alta.
Sin embargo, la situación empeoró dramáticamente. Marta alternaba momentos de bloqueo absoluto con crisis en que agredía a sus familiares, gritaba como poseída, se quitaba la ropa, se revolcaba por el suelo… “Era espantoso”, recuerda afligido su padre Emili. "Estábamos aterrados y la llevamos a psiquiatría del hospital de Sant Pau”.
Meses antes, Annalisa había pasado por el mismo proceso
. "Ella no se acuerda de nada, pero empezó a pegarnos, decía que al cerrar los ojos veía gente atacándola, a veces se rascaba la cara muy duro, no establecía contacto visual, y tenía convulsiones.
En el hospital descartaron meningitis y tumor en el cerebro. Decían estar desconcertados. Pero era obvio que la estábamos perdiendo", relata Pilar Meier, madre de Annalisa.
Marta ingresó en Sant Pau el 29 de julio de 2010, y ya no saldría del centro hospitalario hasta diciembre de ese mismo año. Al principio los médicos seguían desorientados
. No encontraban ni el mínimo indicio de por qué la conducta de Marta se había transformado radicalmente en solo dos semanas.
Internada en su habitación insultaba a las enfermeras, escupía a sus visitantes, tenía movimientos opistótonos (espalda extremadamente arqueada hacia atrás), desarrolló hipersexualidad, tenía alucinaciones paranoides, y sufría crisis epilépticas, taquicardias y pérdida de reflejos básicos. Los médicos se vieron forzados a ingresarla en la unidad de cuidados intensivos, inducirle el coma, y mantenerla con respiración artificial y un marcapasos externo.
“No recuerdo absolutamente de nada”, cuenta la propia Marta un año y medio después; ya recuperada y mientras se prepara para sus exámenes de publicidad en la universidad Ramon Llull de Barcelona.
La situación de desconcierto en Sant Pau era absoluta.
Pero al conocer el caso, el neurólogo Luis Antonio Querol tuvo una intuición: “Siempre que hay casos insólitos los comentamos entre colegas, y cuando me explicaron los síntomas de Marta, enseguida pensé en la encefalitis de origen autoinmune descrita en 2007 por Josep Dalmau”.
Querol visitó a Marta y comprobó que todos sus síntomas encajaban con lo descrito en la literatura científica. Estaba tan convencido que empezó inmediatamente una terapia inmunosupresora, encargó una punción lumbar, y envió la muestra a la Universidad de Pensilvania, donde investigaba Dalmau.
Al cabo de dos semanas llegaron los resultados confirmando que Marta tenía anticuerpos que estaban atacando los receptores NMDA de sus neuronas.
El paralelismo con el caso de Annalisa continúa. La tuvieron que sedar y mantener con respiración artificial. La visitaron expertos de todas las áreas sin éxito.
Hasta que el médico Kiwon Lee observó los giros bruscos de 90 grados de cabeza de Annalisa, la manera como sacaba la lengua mientras abría y cerraba la boca, y pensó en la encefalitis autoinmune.
Preparó muestras para Josep Dalmau, y aparecieron también anticuerpos anti-NMDA.
“Este trastorno es absolutamente nuevo para la ciencia”, afirma Dalmau. “Lo describimos en 2007, pero seguro que estuvo involucrado en muchos casos que a lo largo de la historia fueron descritos como locura y terminaron en manicomios. Y seguro que en la actualidad debe haber muchos pacientes sin diagnosticar”.
El neurooncólogo Josep Dalmau es un profesor ICREA en la Universidad de Barcelona y de Neurología en la Universidad de Pensilvania que empezó su carrera científica en el Memorial Sloan Kettering Cancer Center de Nueva York. “Allí es donde empecé a desarrollar mi interés por los procesos autoinmunes, su relación con los síntomas neurológicos y los cambios conductuales en pacientes de cáncer”, recuerda Dalmau. Años después identificaría una coincidencia muy peculiar: cuatro mujeres jóvenes que sufrían síntomas idénticos de alteraciones psiquiátricas, pérdida de memoria, ataques epilépticos, disminución de conciencia y, además, todas tenían teratomas en sus ovarios.
Los teratomas son pequeños tumores benignos presentes en muchas mujeres. No representan una amenaza, y tienen una singularidad: por su origen embrionario, algunas células del interior del tumor se pueden diferenciar en tejidos óseos, pelo, órganos internos, dientes, músculo, e incluso células nerviosas.
La hipótesis que barajó Dalmau es que cuando aparecían células del sistema nervioso, el sistema inmunológico las podría considerar extrañas y generar anticuerpos contra ellas.
Si estos anticuerpos cruzaban la barrera hematoencefálica y llegaban al cerebro, podrían atacar a las células nerviosas y provocar los brotes psicóticos y trastornos radicales del comportamiento observados en las pacientes.
Dalmau realizó varios análisis a las cuatro mujeres, y descubrió anomalías inflamatorias en el líquido cerebroespinal de todas ellas. Tres de las chicas mejoraron tras un terapia inmunosupresora, y en 2005 publicó un artículo científico en la revista Annals of Neurology con su hipótesis.
Resultó ser correcta. Dalmau continuó investigando, identificó 12 nuevos casos, hizo más pruebas, y en 2007 publicó un trabajo describiendo el mecanismo de acción de esta nueva enfermedad para la medicina: un anticuerpo generado por el propio sistema inmunológico que actúa específicamente contra los receptores NMDA de las neuronas, implicados en la transmisión sináptica, creación de nuevas conexiones neuronales y plasticidad cerebral.
Sus descubrimientos le han valido premios como el Jacoby Award de la American Neurological Association, y el de mejor artículo científico del año por la revista Annals of Neurology. Según Luis Antonio Querol, “Dalmau ha revolucionado el campo de la neuroinmunología”.
“Lo bonito es que todo encaja”, dice Dalmau. “En psiquiatría la hipofunción de estos receptores por otras causas ya se había asociado a cuadros psicóticos y esquizofrenia. Y cuando bloqueamos estos receptores en animales de laboratorio, o creamos ratones knock-out que expresan menos receptores en sus neuronas, se ven movimientos repetitivos y alteraciones conductuales de naturaleza parecida. Además, las pacientes mejoraban al extirpar el teratoma“.
Fue el caso de Annalisa Meier, que, a diferencia de Marta, sí tenía teratomas en sus ovarios. La primera intervención fue extirparle estos quistes.
Y, no sin problemas, empezó a recuperarse. Dos años después, Annalisa regresó a la Universidad de Columbia. "La enfermedad me hizo más fuerte y apasionada por vivir y aprender", dice convencida.
Pero Dalmau matiza: “Los teratomas fueron la pista inicial que nos permitió caracterizar los síntomas comunes de esta encefalitis, pero desde entonces estamos encontrando muchos casos donde hay respuesta autoinmune contra NMDA sin necesidad de teratoma”.
Es el caso de Marta Moragas y de aproximadamente la mitad de los 600 pacientes estudiados por el equipo de Dalmau; una cifra de diagnosticados que va creciendo en todo el mundo
. La mayoría de ellos corresponden a mujeres jóvenes, pero según la última revisión publicada en The Lancet Neurology en 2011, la enfermedad también ha sido diagnosticada en mujeres adultas y en hombres.
“No conocemos todavía todas las causas que pueden generar la respuesta autoinmune, pero lo que sí vemos es la presencia de anticuerpos específicos contra el receptor NMDA y mejora radical con tratamiento inmunosupresor" explica Dalmau, quien añade: "Lo verdaderamente impactante de esta enfermedad es constatar que hay procesos autoinmunes que generan cuadros psiquiátricos engañosos y profundas alteraciones neurológicas.
Esto lo sospechábamos pero no estaba descrito todavía”.
El neurólogo Luis Antonio Querol agrega: “Además no son casos de poca importancia. Aparte de los brotes psicóticos hay pérdida de conciencia y estado en coma.
Seguro que en el pasado muchos pacientes han fallecido por esta encefalitis sin saber que el tratamiento es tan sencillo”.
La única terapia recibida durante la rehabilitación de Marta Moragas fueron fármacos inmunosupresores, que continúa tomando por prudencia frente a nuevos brotes.
Los padres de Marta dicen que todavía notan comportamientos extraños en su hija. No saben si son propios de la edad, de alguna reminiscencia de la enfermedad, o fruto de sus propios miedos.
Marta dice que prefiere no hacer mucho caso a lo ocurrido.
Ella se toma su medicación y se concentra en sus exámenes.
Cuando se le pregunta qué piensa de que un único anticuerpo la hubiera transformado en otra persona durante cinco meses de su vida, responde: “Buff! Yo qué se… es increíble, ¿no?”.
“No sé qué me ocurre, pero me cuesta hablar”. Año y medio más tarde, la propia Marta Moragas explica: "Yo simplemente estaba esperando a una amiga y, cuando llegó, no podía coordinar mis pensamientos con las palabras; me costaba vocalizar.
Era muy extraño; antes nunca había notado nada parecido”.
A 6.000 km de distancia, y sin haber oído nunca hablar de Marta, la estudiante de la Universidad de Columbia en Nueva York Annalisa Meier relata algo sobrecogedoramente parecido:
"Llevaba unos días con dolor de cabeza, pero mi primer síntoma fue que no podía decir lo que pensaba. No encontraba las palabras. Llamé a mi madre asustada pero no me entendía"
Al principio, los padres de Marta no dieron gran importancia a ese incidente.
Pero a los pocos días Marta empezó a tener comportamientos más preocupantes. “Había momentos en que se quedaba ausente y otros en que se movía de manera descoordinada, decía frases sin sentido, y mostraba mucha ansiedad. Enseguida la llevamos al hospital”, explica Emili Moraga.
Los neurólogos del hospital Vall d’Hebrón de Barcelona le hicieron varias pruebas. Pero todo parecía normal.
Le diagnosticaron crisis de ansiedad, y le dieron el alta.
Sin embargo, la situación empeoró dramáticamente. Marta alternaba momentos de bloqueo absoluto con crisis en que agredía a sus familiares, gritaba como poseída, se quitaba la ropa, se revolcaba por el suelo… “Era espantoso”, recuerda afligido su padre Emili. "Estábamos aterrados y la llevamos a psiquiatría del hospital de Sant Pau”.
Meses antes, Annalisa había pasado por el mismo proceso
. "Ella no se acuerda de nada, pero empezó a pegarnos, decía que al cerrar los ojos veía gente atacándola, a veces se rascaba la cara muy duro, no establecía contacto visual, y tenía convulsiones.
En el hospital descartaron meningitis y tumor en el cerebro. Decían estar desconcertados. Pero era obvio que la estábamos perdiendo", relata Pilar Meier, madre de Annalisa.
Marta ingresó en Sant Pau el 29 de julio de 2010, y ya no saldría del centro hospitalario hasta diciembre de ese mismo año. Al principio los médicos seguían desorientados
. No encontraban ni el mínimo indicio de por qué la conducta de Marta se había transformado radicalmente en solo dos semanas.
Internada en su habitación insultaba a las enfermeras, escupía a sus visitantes, tenía movimientos opistótonos (espalda extremadamente arqueada hacia atrás), desarrolló hipersexualidad, tenía alucinaciones paranoides, y sufría crisis epilépticas, taquicardias y pérdida de reflejos básicos. Los médicos se vieron forzados a ingresarla en la unidad de cuidados intensivos, inducirle el coma, y mantenerla con respiración artificial y un marcapasos externo.
“No recuerdo absolutamente de nada”, cuenta la propia Marta un año y medio después; ya recuperada y mientras se prepara para sus exámenes de publicidad en la universidad Ramon Llull de Barcelona.
La situación de desconcierto en Sant Pau era absoluta.
Pero al conocer el caso, el neurólogo Luis Antonio Querol tuvo una intuición: “Siempre que hay casos insólitos los comentamos entre colegas, y cuando me explicaron los síntomas de Marta, enseguida pensé en la encefalitis de origen autoinmune descrita en 2007 por Josep Dalmau”.
Querol visitó a Marta y comprobó que todos sus síntomas encajaban con lo descrito en la literatura científica. Estaba tan convencido que empezó inmediatamente una terapia inmunosupresora, encargó una punción lumbar, y envió la muestra a la Universidad de Pensilvania, donde investigaba Dalmau.
Al cabo de dos semanas llegaron los resultados confirmando que Marta tenía anticuerpos que estaban atacando los receptores NMDA de sus neuronas.
El paralelismo con el caso de Annalisa continúa. La tuvieron que sedar y mantener con respiración artificial. La visitaron expertos de todas las áreas sin éxito.
Hasta que el médico Kiwon Lee observó los giros bruscos de 90 grados de cabeza de Annalisa, la manera como sacaba la lengua mientras abría y cerraba la boca, y pensó en la encefalitis autoinmune.
Preparó muestras para Josep Dalmau, y aparecieron también anticuerpos anti-NMDA.
“Este trastorno es absolutamente nuevo para la ciencia”, afirma Dalmau. “Lo describimos en 2007, pero seguro que estuvo involucrado en muchos casos que a lo largo de la historia fueron descritos como locura y terminaron en manicomios. Y seguro que en la actualidad debe haber muchos pacientes sin diagnosticar”.
El neurooncólogo Josep Dalmau es un profesor ICREA en la Universidad de Barcelona y de Neurología en la Universidad de Pensilvania que empezó su carrera científica en el Memorial Sloan Kettering Cancer Center de Nueva York. “Allí es donde empecé a desarrollar mi interés por los procesos autoinmunes, su relación con los síntomas neurológicos y los cambios conductuales en pacientes de cáncer”, recuerda Dalmau. Años después identificaría una coincidencia muy peculiar: cuatro mujeres jóvenes que sufrían síntomas idénticos de alteraciones psiquiátricas, pérdida de memoria, ataques epilépticos, disminución de conciencia y, además, todas tenían teratomas en sus ovarios.
Los teratomas son pequeños tumores benignos presentes en muchas mujeres. No representan una amenaza, y tienen una singularidad: por su origen embrionario, algunas células del interior del tumor se pueden diferenciar en tejidos óseos, pelo, órganos internos, dientes, músculo, e incluso células nerviosas.
La hipótesis que barajó Dalmau es que cuando aparecían células del sistema nervioso, el sistema inmunológico las podría considerar extrañas y generar anticuerpos contra ellas.
Si estos anticuerpos cruzaban la barrera hematoencefálica y llegaban al cerebro, podrían atacar a las células nerviosas y provocar los brotes psicóticos y trastornos radicales del comportamiento observados en las pacientes.
Dalmau realizó varios análisis a las cuatro mujeres, y descubrió anomalías inflamatorias en el líquido cerebroespinal de todas ellas. Tres de las chicas mejoraron tras un terapia inmunosupresora, y en 2005 publicó un artículo científico en la revista Annals of Neurology con su hipótesis.
Resultó ser correcta. Dalmau continuó investigando, identificó 12 nuevos casos, hizo más pruebas, y en 2007 publicó un trabajo describiendo el mecanismo de acción de esta nueva enfermedad para la medicina: un anticuerpo generado por el propio sistema inmunológico que actúa específicamente contra los receptores NMDA de las neuronas, implicados en la transmisión sináptica, creación de nuevas conexiones neuronales y plasticidad cerebral.
Sus descubrimientos le han valido premios como el Jacoby Award de la American Neurological Association, y el de mejor artículo científico del año por la revista Annals of Neurology. Según Luis Antonio Querol, “Dalmau ha revolucionado el campo de la neuroinmunología”.
“Lo bonito es que todo encaja”, dice Dalmau. “En psiquiatría la hipofunción de estos receptores por otras causas ya se había asociado a cuadros psicóticos y esquizofrenia. Y cuando bloqueamos estos receptores en animales de laboratorio, o creamos ratones knock-out que expresan menos receptores en sus neuronas, se ven movimientos repetitivos y alteraciones conductuales de naturaleza parecida. Además, las pacientes mejoraban al extirpar el teratoma“.
Fue el caso de Annalisa Meier, que, a diferencia de Marta, sí tenía teratomas en sus ovarios. La primera intervención fue extirparle estos quistes.
Y, no sin problemas, empezó a recuperarse. Dos años después, Annalisa regresó a la Universidad de Columbia. "La enfermedad me hizo más fuerte y apasionada por vivir y aprender", dice convencida.
Pero Dalmau matiza: “Los teratomas fueron la pista inicial que nos permitió caracterizar los síntomas comunes de esta encefalitis, pero desde entonces estamos encontrando muchos casos donde hay respuesta autoinmune contra NMDA sin necesidad de teratoma”.
Es el caso de Marta Moragas y de aproximadamente la mitad de los 600 pacientes estudiados por el equipo de Dalmau; una cifra de diagnosticados que va creciendo en todo el mundo
. La mayoría de ellos corresponden a mujeres jóvenes, pero según la última revisión publicada en The Lancet Neurology en 2011, la enfermedad también ha sido diagnosticada en mujeres adultas y en hombres.
“No conocemos todavía todas las causas que pueden generar la respuesta autoinmune, pero lo que sí vemos es la presencia de anticuerpos específicos contra el receptor NMDA y mejora radical con tratamiento inmunosupresor" explica Dalmau, quien añade: "Lo verdaderamente impactante de esta enfermedad es constatar que hay procesos autoinmunes que generan cuadros psiquiátricos engañosos y profundas alteraciones neurológicas.
Esto lo sospechábamos pero no estaba descrito todavía”.
El neurólogo Luis Antonio Querol agrega: “Además no son casos de poca importancia. Aparte de los brotes psicóticos hay pérdida de conciencia y estado en coma.
Seguro que en el pasado muchos pacientes han fallecido por esta encefalitis sin saber que el tratamiento es tan sencillo”.
La única terapia recibida durante la rehabilitación de Marta Moragas fueron fármacos inmunosupresores, que continúa tomando por prudencia frente a nuevos brotes.
Los padres de Marta dicen que todavía notan comportamientos extraños en su hija. No saben si son propios de la edad, de alguna reminiscencia de la enfermedad, o fruto de sus propios miedos.
Marta dice que prefiere no hacer mucho caso a lo ocurrido.
Ella se toma su medicación y se concentra en sus exámenes.
Cuando se le pregunta qué piensa de que un único anticuerpo la hubiera transformado en otra persona durante cinco meses de su vida, responde: “Buff! Yo qué se… es increíble, ¿no?”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario