Más aún, después de los problemas que sigue acarreando la privacidad en Facebook, con las fotos familiares de su propio creador, Marc Zuckerberg, esparcidas por la Red. Twitter no es una red de amigos, aunque algunos aún lo crean, sino más bien un latigazo informativo, bastante superficial, pero que cobra eficacia en un territorio donde la inmediatez está sobrevalorada. Algunas cadenas hasta interrumpieron su programación para dar la autoprimicia de que Kiko Rivera Pantoja se separaba de su prometida. Twitter tiene ahora que decidir qué hacer cuando, por ejemplo, el integrismo islámico somalí, lo usa para hacerse su propia publicidad como si fuera una línea de ropa.
No será raro que pronto los atentados se reivindiquen con un tuit y la suma de seguidores ofrezca una idea del apoyo popular.
Desde agencias de noticias a periódicos, todos andan detrás de implantarse en el sistema, de atraer tráfico a sus propios medios.
Mientras, una partida importante de gente aguarda guiños de su estrella, hiperactiva en promoción, o de su futbolista favorito, siempre con mensajes de importancia feroz como: hoy ganamos y sumamos tres puntos, estoy contento.
La compra por parte del príncipe saudí Walid bin Talal de un 3% estratégico de la compañía por 300 millones de dólares (232 millones de euros), apunta también a la relevancia que ha cobrado en Medio Oriente. La lengua árabe es la que más ha crecido en usuarios dentro de esta red en 2011, coincidiendo con su agitada primavera.
Sigue llamando la atención, sin embargo, que periodistas y profesionales de la información contribuyan desinteresadamente al engorde de este entramado, mientras los medios tradicionales se apagan como velas en la corriente de aire.
Twitter ahora está valorada en 8.000 millones de dólares (6.182 millones de euros), gracias a que la comunidad ha decidido que es el mejor canal para colgar sus pequeñas exclusivas.
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