Anoche se entregaron los Premios Ondas, y eso siempre es una buena noticia. Tengo dos costumbres que practico a diario y simultáneamente la mayoría de las veces: caminar y escuchar la radio. Por las mañanas, me apabullan las tertulias apocalípticas y casi siempre acabo cambiando de emisora y me hago acompañar de música o de programas menos deprimentes. Con el dedito que se pulsa el cable de los auriculares, cambio de emisora y escucho tertulias en distintas cadenas, y es curioso ver cómo la tendencia de cada una de ella hace que uno sepa de antemano qué van a decir sobre determinado tema: el relevo en el PSOE, la reforma laboral, el Valle de los Caídos... Y en medio de tanta catástrofe aparecen los anuncios con campanitas que anuncian la Navidad: turrores, jamones, vinos, lotería, perfumes, relojes, viajes... Y resulta curioso el contrate, pues si unos minutos antes el país se iba hundir en el abismo, los anuncios festivos hacen que parezca que está uno en otro planeta. La radio es pura imaginación del oyente; decían que Matías Prats retransmitía los partidos en color, cuando en realidad el color lo ponía el oyente. Y también resulta curioso el ambiente de los programas deportivos, todo se enfatiza, porque gritan como si el gol fuese inminente, y si lo estás viendo por televisión ves que el jugador que lleva el balón está en la quinta puñeta y que no existe jugada que indique ese peligro que trasladan. Es ambiente, pero con tanta imaginación acaba uno sintonizando música, a ser posible sin letra.
Emilio González Déniz en Bardinia
No hay comentarios:
Publicar un comentario