Anoche estuve en la puesta en marcha de una nueva editorial, Inaza Editores, que lleva el nombre de un río de Soria. La ha fundado Javier Gil, y se estrena con una novela, la primera, de la escritora canaria Yolanda Delgado Batista, La isla de las palabras desordenadas. Yolanda, que es guionista de cine, periodista, escritora y gran lectora (desde que tenía tres años), ha narrado, con un humor que le puso fronteras al rencor o al odio con el que acaban las relaciones humanas tantas veces, una historia que atraviesa la experiencia de una mujer cuya salvación está en la infancia, en los recuerdos, en la memoria que vivifica lo más fresco de su vida, frente a una realidad que entorpece lo mejor de sus sentimientos. La historia misma tiene esos enlaces terribles con el dramatismo de la soledad, pero Yolanda, cuya cultura literaria anima su escritura hasta hacerla profunda pero liviana a la vez, ha conseguido introducir en esa frontera de la que hablamos la ironía, e incluso el sarcasmo, en todo caso materiales que alivian la tentación de la venganza que hay en toda historia (truncada) de amor o de complacencia.
Me alegró estar allí, en la Casa de Canarias, en esta inauguración editorial y novelística; Javier Gil desplegó un amplio panorama de ideas sobre lo que va a hacer (rescates de la generación del 27, de la otra generación del 27, poesía centroeuropea y literatura erótica), y Yolanda Delgado contó que ya está con otra novela.
En tiempos de crisis (y también de crisis editorial, que no de escrituras) estas son buenas noticias. Ahí estuvimos, y por eso no he podido estar en esas discusiones sobre periodismo y literatura que hoy mismo continúan en la Casa de América en torno a la figura inolvidable (y central en el periodismo literario) de Tomás Eloy Martínez; acá están, hablando de él, su hijo Ezequiel Martínez, Leila Guerriero y Martín Caparrós, entre otros.
Animo a los que estén en Madrid a ir esta tarde a escucharlos. Lamento muchísimo no estar; Tomás Eloy es un maestro, volver a sus libros es volver a aprender, es empezar aprender, es eliminar la pereza que produce siempre creer que ya se sabe hacer periodismo.
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