Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

1 nov 2011

Ha sido algo irrefrenable.

HE comprado el libro del crítico con careto de hospicio.
Ha sido algo irrefrenable. Irrefrenable ya fue abrir la puerta de la librería de Diagonal, en la que entro cuando quiero ver las actualidades editoriales.
 Había tanto de interés..., tanto desasosiego y jolgorio espiritual por mi parte, de curiosidad insaciable ante tanto tema (y, sobre todo, la paga ingresada en el banco...), que cuando vi el panfleto del hospiciano me dije: "¿Y por qué no? Comprémoslo también", junto a las prosas de Robert Frost...


El librillo del crítico con careto etcétera me lo habré pulido en una hora, a salto de mata, claro, porque es la cosa más sosa, previsible y bienpensante que me he echado en cara desde el última columna de opinión periodística que he leído.
He pensado en revenderlo en mi tienda, pero aun poniéndolo a la mitad de lo que me costó, tengo para mí que no habrá incauto que se haga con él.

La editorial de sesudo cuché que lo publica ya renquea desde hace tiempo, en su panorama de narrativas y en el de ensayo. Pero el desahogo de una noche del hospiciano es insuperable.

Se me dirá: Es que le tienes manía desde que te dijeron que había escrito contra tus diarios, aunque los del suplemento de cultura -no sé por qué, sinceramente- le negaron la publicación del artículo.
Es que le tienes tirria porque, a pesar de todo, en una panorámica del año memorialístico y diarístico, en ese mismo suplemento de El País, en dos líneas despachaba a Los que cruzan el mar con una patadita en la canilla: se metía con el título y notaba la incoherencia de citar a los clásicos cuando uno no sigue a los clásicos; en fin.

Pero a mí lo que me molesta ni siquiera es que sea el autor del reproche a Andrés Trapiello por la longuitud de sus diarios y de que tiene que retomar las dimensiones de El gato encerrado.
 Tampoco que sea un trepa universitario. Es, nada más y nada menos, ese careto de orfelinato que arrastra con su sonrisa a los poderes. Esa reivindicación de unos orígenes vamos a suponer que humildillos, que suele ser la peor hez de la que beben los trepadores.

Eso. Nada más que eso.
 Aunque también se le podría dar a leer a Epícteto -él que brinca tanto entre los clásicos como entre los cócteles culturales-, a ver si comprende que solo los moralmente débiles se sienten obligados a explicarse ante los otros.

Publicado por José Carlos Cataño

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