Es todo movimiento. A sus 26 años, Keira Knightley tiene una fuerza imparable, que se refleja en su conversación, en su estilo y en la velocidad que ha tomado su carrera. Enfundada en un bonito vestido de raso negro, es hoy la personificación de la mujer Chanel, firma de la que es imagen: sus zapatos bicolores –en negro y crema–, su collar de perlas, esos pendientes que enmarcan unas facciones duras pero siempre suavizadas por su sonrisa…
Con una candidatura al Oscar por Orgullo y prejuicio que no hay que olvidar, año tras año sigue en boca de todos, ya sea por taquillazos como Piratas del Caribe o por trabajos más controvertidos, como la biografía de Sabina Spielrein, amiga y amante de Sigmund Freud y Carl Jung, en Un método peligroso.
Su nueva película es una historia de amor y locura. En la vida real, ¿ha tenido alguna experiencia tan obsesiva?
Nunca lo he vivido de esta manera, pero creo que el amor es obsesión, enfermedad, creación y destrucción. Es tan arrollador que cualquier relación contiene tintes de todo esto, aunque quizá no hasta el extremo que vemos en las películas.
La entiendo. No debe ser fácil verse entre dos hombres como Viggo Mortensen y Michael Fassbender.
Eso sí es increíble. ¡Soy una chica con suerte! Tanto talento y tan diferente… Viggo se parece más a mí; trabajamos de una forma similar, rebuscamos toda la información que podemos. Michael no lo necesita tanto y prefiere la repetición, trabajar incesantemente con el texto de su personaje.
¿Cómo se libera de tanta intensidad?
No hay nada como un par de vodkas antes de una escena difícil y una copa de champán para celebrar el final (risas). La verdad es que hay quien piensa que la interpretación es como la psicoterapia. Yo no estoy muy de acuerdo, pero es cierto que es increíblemente catártica y que si el material es intenso o deprimente, te hace disfrutar mucho más el resto del día. Especialmente si lo acompañas de un buen partido de fútbol y una cerveza.
¿De qué equipo es?
Del West Ham, siempre.
¿Y cómo se compagina la imagen de chica elegante con la afición al fútbol?
i soy elegante, es por culpa del azar. Me gustan Chanel, Erdem y L’Wren Scott. Siempre me ha interesado el arte de la moda y tengo la fortuna de haber trabajado con algunas de estas casas, pero no sabría definir aún cuál es mi estilo personal… si es que tengo alguno.
¿Le gustan las joyas?
Sí. Hace dos años me robaron en casa y se lo llevaron todo. No es que tuviera mucho, pero me dejaron sin nada, así que ahora no quiero joyas. Eso sí, confieso que las que llevo puestas a eventos y fiestas siempre me las prestan las firmas.
¿Recuerda cómo se inició en su profesión?
Sí y no. Porque, al parecer, les pedí a mis padres un agente cuando solo tenía tres años y no lo recuerdo mucho… Aunque parezca increíble, cuando cumplí seis ya tenía uno. La verdad es que, aparte del apoyo de mi familia, he tenido una suerte increíble en esta industria con gente como David Cronenberg o Joe Wright.
O Johnny Depp. ¿La ha invitado ya a su isla?
¡Noooooooo! ¡Nunca me ha invitado! ¡Canalla! (risas). La verdad es que la experiencia en Piratas del Caribe fue extraordinaria. Imagínate, comencé con 17 años y acabé cuando tenía 21. Ahora lo veo como algo muy lejano.
¿Echa de menos una vida más tranquila?
La verdad es que tuve un momento de locura durante los años de Piratas, cuando literalmente tenía a 20 paparazzi en la puerta y no podía ni ir al supermercado sin que me siguieran. No podía hacer otra cosa más que quedarme en casa. Ahora ha cambiado mucho la situación y la vida es más sencilla, aunque paso mucho tiempo de un hotel a otro. Quizá demasiado.
Y cuando vuelve a su casa, ¿qué se encuentra?
Un desastre total. Me mudé hace cinco años y no he tenido tiempo de hacer todas las cosas que quería. Es un piso ecléctico, funcional, con un montón de antigüedades baratas que compro en eBay y algunos recuerdos que guardo de mis rodajes. ¡Menos mal que vienen a limpiarlo!
Con una candidatura al Oscar por Orgullo y prejuicio que no hay que olvidar, año tras año sigue en boca de todos, ya sea por taquillazos como Piratas del Caribe o por trabajos más controvertidos, como la biografía de Sabina Spielrein, amiga y amante de Sigmund Freud y Carl Jung, en Un método peligroso.
Su nueva película es una historia de amor y locura. En la vida real, ¿ha tenido alguna experiencia tan obsesiva?
Nunca lo he vivido de esta manera, pero creo que el amor es obsesión, enfermedad, creación y destrucción. Es tan arrollador que cualquier relación contiene tintes de todo esto, aunque quizá no hasta el extremo que vemos en las películas.
La entiendo. No debe ser fácil verse entre dos hombres como Viggo Mortensen y Michael Fassbender.
Eso sí es increíble. ¡Soy una chica con suerte! Tanto talento y tan diferente… Viggo se parece más a mí; trabajamos de una forma similar, rebuscamos toda la información que podemos. Michael no lo necesita tanto y prefiere la repetición, trabajar incesantemente con el texto de su personaje.
¿Cómo se libera de tanta intensidad?
No hay nada como un par de vodkas antes de una escena difícil y una copa de champán para celebrar el final (risas). La verdad es que hay quien piensa que la interpretación es como la psicoterapia. Yo no estoy muy de acuerdo, pero es cierto que es increíblemente catártica y que si el material es intenso o deprimente, te hace disfrutar mucho más el resto del día. Especialmente si lo acompañas de un buen partido de fútbol y una cerveza.
¿De qué equipo es?
Del West Ham, siempre.
¿Y cómo se compagina la imagen de chica elegante con la afición al fútbol?
i soy elegante, es por culpa del azar. Me gustan Chanel, Erdem y L’Wren Scott. Siempre me ha interesado el arte de la moda y tengo la fortuna de haber trabajado con algunas de estas casas, pero no sabría definir aún cuál es mi estilo personal… si es que tengo alguno.
¿Le gustan las joyas?
Sí. Hace dos años me robaron en casa y se lo llevaron todo. No es que tuviera mucho, pero me dejaron sin nada, así que ahora no quiero joyas. Eso sí, confieso que las que llevo puestas a eventos y fiestas siempre me las prestan las firmas.
¿Recuerda cómo se inició en su profesión?
Sí y no. Porque, al parecer, les pedí a mis padres un agente cuando solo tenía tres años y no lo recuerdo mucho… Aunque parezca increíble, cuando cumplí seis ya tenía uno. La verdad es que, aparte del apoyo de mi familia, he tenido una suerte increíble en esta industria con gente como David Cronenberg o Joe Wright.
O Johnny Depp. ¿La ha invitado ya a su isla?
¡Noooooooo! ¡Nunca me ha invitado! ¡Canalla! (risas). La verdad es que la experiencia en Piratas del Caribe fue extraordinaria. Imagínate, comencé con 17 años y acabé cuando tenía 21. Ahora lo veo como algo muy lejano.
¿Echa de menos una vida más tranquila?
La verdad es que tuve un momento de locura durante los años de Piratas, cuando literalmente tenía a 20 paparazzi en la puerta y no podía ni ir al supermercado sin que me siguieran. No podía hacer otra cosa más que quedarme en casa. Ahora ha cambiado mucho la situación y la vida es más sencilla, aunque paso mucho tiempo de un hotel a otro. Quizá demasiado.
Y cuando vuelve a su casa, ¿qué se encuentra?
Un desastre total. Me mudé hace cinco años y no he tenido tiempo de hacer todas las cosas que quería. Es un piso ecléctico, funcional, con un montón de antigüedades baratas que compro en eBay y algunos recuerdos que guardo de mis rodajes. ¡Menos mal que vienen a limpiarlo!
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