John Kennedy estuvo en la Presidencia norteamericana menos de tres años, casi nos mete en una guerra nuclear, abrió el frente de Vietnam y sin embargo se le recuerda como una especie de Mesías.
He leído en alguna parte que el día que mataron a Kennedy -23 de noviembre de 1963- se perdió la última oportunidad para un mundo mejor. Yo creo que con él se cumple lo que decía James Dean y que fatalmente se cumplió en él mismo: "Vive a tope, muere joven y harás un bonito cadáver". Pero hoy aquellos años, que parecen toda una época y apenas fueron un suspiro, se recuerdan como la corte de un Camelot con Cadillacs y Ginebra vestida de Valentino.
Y aunque se haya visto con los años -casi medio siglo- que todo era oropel, que llegó a la presidencia con apoyos de la mafia, que hay dudas sobre la implicación de su entorno en la muerte de Marilyn, que aquella apostura sonriente y bien peinada era la máscara de un hombre enfermo que sufría fuertes dolores, aunque su propio asesinato demostró que era mortal, la gente lo sigue viendo como un semidiós.
En realidad, John Kennedy es el hombre que ansiaban las multitudes, y se empeñaron en inventarlo.
Al morir de forma trágica, ser creó el síndrome de la usurpación, pero el verdadero Kennedy era un hombre como los demás, y no precisamente de los mejores.
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