La película iraní Nader y Simin, una separación convocó en su primera semana de estreno en Francia más de 150.000 espectadores.
Fue vista por más de un millón de personas. Es algo que no sucederá en España, pese a ser una de las películas más estimulantes de la cartelera.
En Francia, al cine se le ha tratado siempre como a la farmacia. Respetando su presencia global en el país y organizándolo por barrios, la recompensa es una cartelera gozosa, plural, inacabable.
Por poner un ejemplo contrastado, en España, la anterior película del director Asghar Farhadi, A propósito de Elly, hermosa, compleja y fascinante, reunió 15.000 espectadores, 15.000 afortunados que disfrutaron con la actriz Golshifteh Farahani, que ahora vive en Francia, exiliada, después de que el Gobierno iraní le retirara el permiso de salida tras trabajar en el cine occidental.
Dos días atrás se ha confirmado la condena al silencio a Jafar Panahi, prosiguen los encarcelamientos y hasta las penas de flagelación contra artistas. Nader y Simin no es una película que necesite del estímulo solidario para robarte el resuello.
Al contrario, ejecuta una danza moral a ritmo de stacatto, donde cada situación propone una mayor complejidad, un vuelco ético, una duda más honda.
El país no está retratado en estampa turística.
Resulta esclarecedor para rechazar la caricatura que se nos impone de Irán en el brochazo geopolítico. Como en A propósito de Elly, en Nader y Simin la escritura y la interpretación caminan al tempo justo, provocando relámpagos de emoción.
Pesa, con incomodidad, la visión conservadora, que seguramente garantiza a su director poder seguir ejerciendo el oficio pese a ser premiado y admirado en Occidente.
El divorcio está aún mirado como un estigma, que destroza finalmente a los hijos de una pareja rota, concepto ya por fortuna superado.
Y el juramento sobre el Corán termina por ser, frente a otras muestras de autoridad, la única fuente de justicia absoluta.
Pero hasta esa naturalidad para mostrar los lastres del tradicionalismo estremece.
Película llena de vida para un panorama cultural como el nuestro, que nunca se ha sabido construir con ambición y dignidad.
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