SIN nada en que pensar, sin deseos de decir, los ojos se pierden por otro tremor, como aquel que avanza del mar al Julán tratando de leer los grabados en las rocas.
Recuerdo la sensación de la primera vez que visité El Hierro, la niebla en los pinares de la cumbre, la bahía de los Asules recogiéndose en una penumbra de lila y oro. Parecía tan normal que de aquellos parajes altos pudiese salir una figura inmemorial...
Y recuerdo el último verano, cuando exploraba por las laderas lechos de arenas rojas y amarillas.
Me tendía sobre los lechos, miraba hacia lo alto, a los hilos que las crestas iban sacándole a las nubes, el intenso perfume de la artemisa llenándolo todo...
Va el magma tanteando por dónde aflorar. También nosotros, como sin ganas, o como si dispusiéramos de todo el tiempo del mundo, vamos tanteando sin lograr un pensamiento, un decir.
Pueblo desaparecido, escritura desaparecida. Solo la plenitud del mar en su silencio. El viento disolviendo cualquier prueba de pasado.
Publicado por José Carlos Cataño
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