Mariano Rajoy se incorporó la semana pasada a Twitter con la misma pereza que le da la campaña electoral.
Si por él fuera, mañana sería 21 de noviembre y nos ahorrábamos los mítines, los apretones de manos en los mercados y algún que otro debate, si al final toca hacerlos. La campaña electoral para Rajoy es un estorbo, donde el esfuerzo consiste en no decir demasiado, no meter la pata y no dejar que embravecidos barones de su partido puedan sacar los pies del tiesto, por más que ahora se palpa la unanimidad, tan desinteresada, en torno a su liderazgo.
Los políticos se suben a Twitter como la gente va al podólogo.
Cuando ya no hay más remedio.
Lo hacen además con la misma estrategia que muchos personajes del mundo del espectáculo: abrir una línea de promoción, pero que no parezca promoción.
Como si uno pasaba por allí dando los buenos días al universo y, oye, a ver si compran mi disco.
También ha sacado un libro, pero sin pólvora, donde habla bien de sí mismo y sin maldad de los otros. En confianza ofrece la misma perspectiva de entretenimiento que un manual de uso de pinzas de la ropa.
En una semana, Rajoy, que firma sus tuits particulares con las iniciales MR, no ha colgado más de seis.
Dos de felicitación a nuestra maravillosa selección de baloncesto, uno para agradecer las galletas que le regala una fan y otro de reconciliación con el mundo del artisteo, que ya no son los vagos que no madrugan de la campaña electoral anterior, sino Santiago Segura y Julio José Iglesias, iconos de distritos electorales tan distantes como Carabanchel y Miami, que coinciden con él en el AVE.
No manda foto en cambio de su reunión con los grandes empresarios, motivo del viaje, quizá porque pensó que no sería tan bien recibida en un foro abierto, glotón y maledicente.
Los tuits de Rajoy son lacónicos.
Si visita una cooperativa olivarera de Jaén escribe: "El aceite es un extraordinario producto con futuro".
Futuro es la palabra que más utiliza. Futurea tanto que da la impresión de que ya nos tuitea desde el futuro.
Somos nosotros los que tardamos en llegar, pero que nadie se ponga nervioso. Ya estamos en camino.
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