Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

29 sept 2011

El Hierro

LA noticia -parece ser- es que la isla de El Hierro se ha expandido cuatro centímetros... La noticia lo viene siendo desde comienzos del verano, en la reiteración de ese término de uso en vulcanólogos, la sismicidad, que no sé por qué me suena a la mismidad de aquellos bobísimos infulisímos de la otredad, la oquedad y la tapia.






A lo mejor, la suerte de una noticia es ese magma submarino, a tantos kilómteros del raso, que va replicando con parpadeos sísmicos hasta producirse, o no, el cráter, la aurora del fuego y el agua. Puede tardar en surgir -dicen los sismicólogos- meses, años, décadas. Pero sucederá. Claro, la palabra de la tierra o de la boca termina por producirse.





Mientras tanto, cuatro centímetros más. Es curioso, la poca presencia del volcán en la escritura canaria. A lo mejor en cada libro mío ha aparecido un pasaje con la sombra de un volcán. Pero el isleño opta por ignorar su presencia. Escarba la colada basáltica para obtener tierra y grano fértiles. Pero lo que es el fuego, lo ignora. Ignora, o no se da para pensar, las venas submarinas que entrelazan los volcanes del Archipiélago, el silencio inflamado, el punto de origen todavía sin pensamiento, puro estruendo de la nada conociéndose y olvidándose.





La vez que volví junto al barranco en Guía de Isora, donde estuvo la casa en la que transcurieron mis primeros meses de vida, miraba al mar, miraba la silueta de La Gomera, pero al virarme de repente mis ojos se enrojecieron con el contorno del Pico Viejo. Entonces entendí los temores de la Madre, el vínculo entre sus crisis de asma en el desierto sur y la visión de las fumarolas en las noches translúcidas de noviembre.





La escritura es también un magma por debajo del raso, una corriente asmática y todavía impronunciable.





Me quise encerrar, aquel verano que volví a Guía, en una casa terrera junto al barranco (¿dónde no hay barrancos que te arrastran al océano en las Islas?). Hubiera sido como la falena y la llama. Tal vez por eso es mejor no prestar caso a la presencia. Ni el mar ni la lava, ni la distancia ni el ultramar. Ni los alisios. Nada. Mejor escribir al otro lado del olvido. Pura sismicidad en busca, pero sin saberlo, de su aurora.









Publicado por José Carlos Cataño

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