Ya no quiere ser mayor
Le gustaba jugar a ser mayor, pintarse los labios y subirse a los zapatos más altos para llegar a tocar la Luna con los dedos. Contaba los días que faltaban para soplar las velas de su tarta de cumpleaños y pedir un deseo con los ojos cerrados, una muñeca nueva, un vestido de princesa... Besaba ranas de peluche y soñaba despierta con que su príncipe azul apareciese por la puerta montando un espléndido corcel blanco.
Le gustaba jugar a ser mamá, enfermera, profesora... y cuando se acostaba sus pies se movían como queriendo bailar al son de un vals.
Y llegó el día en el que sus juegos de ser mamá o enfermera cobraron realismo, tenía responsabilidades y carecía de tiempo que dedicarle a sus muñecas. Los zapatos altos sólo le daban dolor de pies y la Luna ya le parecía inalcanzable.
No quería cumplir años, ni soplar velas... los párpados le pesaban tanto que dejó de maquillárselos y el carmín se le corría sin que nadie besase sus labios.
No había nadie que dibujase un corazón en su espalda mientras dormía y no se despertaba con una sonrisa en la cara… observaba su arrugada piel a trasluz mientras se balanceaba en su mecedora.
Ya no quiere ser mayor.
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