TAN cerca de los hombres, cuando te asomas por el borde. Tan lejos cuando brillas para el silencio líquido de los astros.
Desarraigada, tú también, ni entre nosotros ni entre los ángeles.
No hay más que verte, antes de despedirte en el horizonte del mar. Y cuando subes, llena de escalofríos, a los lechos cortantes del espacio.
¿Cuál es esa soledad, desde la que te es posible irradiar tu belleza? Pero ¿hay algo, alguien ahí para contemplarla? ¿Algo y alguien para seguirte en tu silencio?
Tu reino parece el de los muertos, pero es el de los vivos, muertos delante de tus pasos.
Publicado por José Carlos Cataño
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