Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

1 ago 2011

Notas para una estancia caótica

El cierre del Chelsea Hotel, que acogió decenas de músicos famosos, es el último capítulo de la controvertida relación entre estrellas y hoteles .

No se estaban buscando ni mucho menos. De hecho, cada uno iba a lo suyo. Pero por casualidad acabaron en el mismo ascensor.
Menos casual fue que acabaran, unas plantas más arriba, en la misma cama.
Leonard Cohen quiso recordar esa noche que empezó con un paseo por el recibidor y la esperanza de encontrarse con Brigitte Bardot y que terminó al lado de Janis Joplin con una canción. "Te recuerdo claramente en el Hotel Chelsea. Eso es todo, no pienso en ti a menudo", recitaba Cohen en Chelsea Hotel #2.






Había pocos lugares en el mundo donde Cohen pudiera salir en busca de Bardot y acabar con Joplin.
 Pero en el Hotel Chelsea tampoco era tan extraño.
La lista de músicos celebres que pasaron sus noches en ese edificio rojo construido en 1884 y ubicado en la calle 23 de Nueva York, entre la 8ª y la 9ª avenida, incluye nombres como Bob Dylan, Jimi Hendrix, Patti Smith, Edith Piaf y Dee Dee Ramone de Los Ramones.
 Sin embargo, al menos de momento, el libro de firmas no acogerá otros autógrafos celebres.
 El hotel cerró el pasado sábado y hasta una fecha de momento desconocida, según publica The New York Times.
Joseph Chetrit, el más que probable nuevo dueño del Chelsea, quiere llevar a cabo unas obras que tardarán al menos un año.
Entre tanto, no se aceptarán visitantes.



De todos modos, al menos a juzgar por el pasado, las estrellas del rock sabrán encontrar otros hoteles donde desatar su creatividad.
Deben de saberlo los clientes que se encontraban en la recepción del Continental Hyatt House (hoy Andaz West Hollywood) aquel día de mediados de los setenta en que John Bonham, batería de Led Zeppelin, hizo irrupción en la sala a bordo de su moto. El mismo hotel tuvo el privilegio de acoger los pasatiempos de Keith Richards.
El guitarrista y cantante de The Rolling Stones lanzó un televisor por la ventana de su habitación, la número 1015.



Como modernos atilas, decenas de grupos rock han ido sembrando destrucción en los cuartos que pisaban. Rolling Stones, Gun's and Roses y Kiss escribieron largos capítulos del romance entre músicos y hoteles. Se dice que Ace Frehley, guitarrista de The Kiss, llegó a pegar los muebles al techo de su habitación. El rockero argentino Charly García en cambio optó por retomar el juego de Richards, aunque llevó las olimpiadas del lanzamiento un paso más adelante: se tiró él mismo por la ventana. Despegó del noveno piso, en un hotel de Mendoza (Argentina), y aterrizó 20 metros más abajo, en la piscina. Era el año 2000 y el balconing todavía no era la (peligrosa) moda del verano. Aún así, García no se dio por satisfecho. Años después quiso volver a demostrar su pasión por los hoteles (y por Mendoza). En 2008 tuvo que ser trasladado al Hospital Central de la ciudad tras destrozar su habitación y provocarse heridas múltiples en el cuerpo.



No solo de destrozar habitaciones viven las estrellas. Las ventanas de los hoteles también han hallado su espacio en la historia de la música. La del Adlon de Berlin debe su fama al rey del pop, el fallecido Michael Jackson. En 2002 el excéntrico músico respondió al saludo de los dos centenares de fans que se habían reunido debajo del edificio sacando a su hijo Prince Michael II, que tenía entonces nueve meses, por la ventana de su quinto piso. Durante unos instantes los aficionados contuvieron el aliento, temiendo que el bebé se cayera. Finalmente no fue así.



Una ventana de hotel y supuestamente un cóctel fatal de heroína y cocaína marcaron el trágico epílogo de la vida de uno de los más grandes jazzistas de la historia, el trompetista estadounidense Chesney Chet Baker. Fue un mayo de 1988 en Ámsterdam y Baker tenía 58 años. Las circunstancias del fallecimiento desataron todo tipo de hipótesis, desde el suicido hasta el homicidio. Una vez más, la relación entre música y hoteles se teñía de misterio y exageración.



En esta trama el Chelsea Hotel siempre fue protagonista. Aunque sus páginas y sus cuartos también experimentaron el olor de la sangre. Allí terminó sus días el 2 de febrero de 1979 Sid Vicious, bajista de Sex Pistols.
Una sobredosis de heroína se llevó a uno de los iconos del movimiento punk.
Un año antes y en el mismo escenario, había aparecido muerta la novia de Vicious, Nancy Spugen.
 El músico fue acusado de su asesinato y detenido.
 Salió esposado por la puerta del Chelsea Hotel, ante los focos de los fotógrafos y las miradas de los curiosos.
Cuando él también murió se llegó a hablar de los Romeo y Julieta modernos. El enésimo cuento famoso entre las páginas del Chelsea Hotel.

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