La melancolía de la tarde de domingo es una bobería si vives un sábado por la tarde en un centro comercial... Pero no seas timorato, nada de acudir a primera hora: hay que hacerlo al tiempo que las grandes masas hierven excitadas.
Y no te preguntes por qué lo están; a la sombra de la respuesta, y de la misma pregunta, espera el suicidio. O las ganas de zarpar; eso está mejor: las inmensas e insaciables ganas de zarpar.
No quiero con esto denigrar a los pobres, grandes centros comerciales, a la inocente tarde del sábado, todavía con el vestido nuevo que le regala la semana.
La desolación igualmente la experimentas en un club náutico, en un club de polo, en algún recinto con las luces a punto de encenderse, y todas las sonrisas ya iluminadas, hirviendo también ellas de inexplicable excitación.
Es esto, la excitación frenética y grupal lo que te asola.
Eso es lo que no verás en las corrientes de gente que deambula, un sábado por la tarde, por las calles torcidas hacia la noche, esquivándose, a trompicones, cayéndose contra las paredes, sentándose en los pretiles, posando la cabeza en las barras de bar.
Publicado por José Carlos Cataño
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