Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

24 may 2011

SEPTIEMBRE

SEPTIEMBRE.












Cadenciosos, adormilados instantes vagamente



enlazados al nervio vital que marca el instante



se abren, se difunden, forman un estoicismo aparente



y melancólico; crecen en mil formas y colores



entre atenuadas luces, entre farragosas brumas



o sombras, entre el silencio que se despierta sutil



entre el pensamiento que se agudiza. La multitud



en torno se hace un nudo en el asfalto, progresa



impasible con paso anónimo rodando tropezando



acallando o consumiendo existencia. Encerrado



entre ella recorro calles, plazas, patios, avenidas,



edificios grises de una ciudad sin límites ni fondo



buscándote incesante hasta tropezar con el mutismo



denso de la inoperancia, que me devuelve apenado



y con desmaña al inicio de todo lo que fue nuestro,



vencido un día más, vacío e inhábil en la pálida



mañana. Del techo del salón parecen pender mágicos



pájaros volanderos; de las paredes oscilar verdes



sargazos de un mar que antes nos mecía amantes



soñadores y serenos, en el diván del eficaz acomodo,



donde tantas veces con pasión, en escarceo erótico



sublime e incesante, nos amamos.







Tu presencia en este septiembre que se extravía



necesariamente, es axiomática, como un deslumbre



portentoso de figurado amanecer al que no se puede



renunciar aunque del tiempo despiadado surja un caño



en destilo indeleble de sangre y dolor ni la fase lunar



sea favorable al consuelo. Entonces me enredo



en este silencio generoso, para sentir la luz de tus ojos



disolverse aquietada como mieles en mágica dulzura



del destierro, ahí donde surrealista busco el centro



de toda poesía sin hallarlo. Instante sin esperanza,



efímero, coagulado momento; tiempo frustrado inútil



e irreversible al que maniático impenitente me aferro.







Poder de los conjuros:



Perpetúo la alegría de verte



danzar entre esferas enredada como una torre etérea



de fuego y viento; de hender y acometer con éxito



el céfiro displicente que corretea por estos umbrosos



salones –en otrora centro de quietud y dicha-



que nos tutelaron y complacieron; de verte crear,



con el impulso próvido de tus pies y de todo tu cuerpo,



caracteres armónicos de lirismo ensalzado y dulzura



mistérica en plástica belleza rítmica. Recuerdo,



y hago presente, momentos en danza estelar única,



envolviéndome en sutil música de íntimos letargos.



Me resiento de la vida real que no me libera



de nuestra historia personal ni me ofrece el señuelo



de caer en tu muerte profunda y habitarla.



Septiembre, con toda su carga de belleza azulina triste



y dormida, se va alejando –viento pasional



que nos arrebata y nos huye-, entre seducciones



tibias y colores que parecen perfeccionar -chispas



de electricidad estática- estos atardeceres grises



donde aparecen y reaparecen tus ojos –amapolas



sublimes suavemente bañadas en el baile de luz-,



mellando lo más profundo de mi ser, ahí donde el amor



-¡ay, dolor!- un día más -dejada la maravillosa quimera



que a veces me retiene feliz-, punza, se retuerce,



se encoge, se desalienta, muere un poco más…







Teo Revilla Bravo. 2001.

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