El dramaturgo subraya la dimensión de cuento moral de 'La flauta mágica' .
En sus acercamientos a la ópera, Peter Brook (Londres, 1925) ha insistido siempre en resaltar los valores teatrales del arte lírico, adaptando libremente los libretos y estructuras operísticas si con ello se veía beneficiado su concepto humanista.
A veces ha respetado al pie de la letra las óperas a las que se enfrentaba -como en su mítica puesta en escena de Don Giovanni, de Mozart, para el Festival de Aix-en-Provence de 1998, con la batuta de Claudio Abbado-, pero donde se ha sentido más a sus anchas es transformando a la medida de sus ideas y sentimientos las obras líricas.
Después de pasar por Bilbao, la obra llega pasado mañana a Madrid
No engaña a nadie, y para dejarlo claro cambia ligeramente los títulos. Así, la trilogía chejoviana de sus lecturas de Carmen, Pelléas y Melisande y La flauta mágica se ha transformado en La tragedia de Carmen, Impresiones de Pelléas y Una flauta mágica.
Son detalles pequeños, pero en modo alguno insignificantes.
Esta última se estrenó en España el pasado viernes, en el teatro Arriaga de Bilbao. Del miércoles al domingo se representará en los teatros del Canal de Madrid, dentro del Festival de Otoño en Primavera.
El espectáculo dura hora y media y mantiene los siete personajes principales de la ópera original, con sus arias y escenas de conjunto.
Desaparecen las damas de la Reina de la Noche, el trío de muchachos y los hombres armados, siendo sustituida la orquesta por un acompañamiento pianístico.
En la transformación de Brook, Franck Krawczyk y Marie-Hélène Estienne del libreto original de Schikaneder se realza el carácter de cuento moral de la historia y se dejan en segundo plano las indicaciones masónicas.
Lo que prevalece es una fábula de iniciación a la amistad, la sabiduría y el amor.
La realización teatral es sencilla e imaginativa, con los elementos típicos de Brook administrados con precisión: el espacio casi vacío -únicamente unos palos-, el valor emocional del actor -cantantes y figurantes actúan descalzos-, la sencillez como filosofía. Los cantantes son muy jóvenes y se desenvuelven con gran naturalidad teatral y rigor en el estilo musical. Los actores, todos ellos de color, llevan el peso de la trama. La ópera se canta en alemán y los diálogos hablados son en francés. El pianista se bate el cobre para que la tensión no decaiga en ningún momento.
Con todo ello, Una flauta mágica rezuma frescura, la historia básica se entiende con facilidad y la música de Mozart, especialmente la vocal, resplandece en su condición más cercana y hermosa.
Es de esos espectáculos que hacen afición.
El entendido público operístico de Bilbao valoró también el esfuerzo y originalidad de la propuesta de Brook.
No es extraño que en la coproducción participen instituciones y teatros de Francia, Grecia, Alemania, Reino Unido, Luxemburgo, Italia y Estados Unidos.
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