LA CÓMODA
Conservo un pedacito de tu ojo derecho.
Me lo he encontrado, desanimado y solo,
en la gaveta de una cómoda antigua
de la que iba a desprenderme
porque ya no cumplía su misión primigenia.
Le he dado de comer y le he estado quitando
las legañas que el tiempo le ha dejado incrustadas
como sellos, en los bordes de las pestañas
y ahora, aunque no habla, parece que se siente
mucho más animado. No sé, como con brío.
A veces me sorprende con su media mirada
que denota un vigor que en esencia no tiene,
y hace como que parpadea y se emociona
para que yo sienta que me está agradecido
por haberlo salvado de una muerte segura.
Lo sé porque lo mismo me ocurrió con un gato
que estaba a punto de morir en un vertedero
y cuando lo devolví a la vida
se pasó todo el rato dando muestras
de cariño eterno hasta que se murió
de puro viejo y tras haber vivido
una vida de gato como Dios manda.
No así, en un vertedero, antes de lo previsto,
sino paseando y lamiéndose y conociendo
gatas con las que tuvo sus relaciones y todo,
y llegando puntualmente a la casa
para que yo no me estuviera preocupando.
Cada día le recuerdo algún asunto tuyo
y por la expresión de asombro que dibuja
deduzco que le extraña que te recuerde tanto.
Hay cosas que él también recuerda
como si hubieran sucedido el día anterior:
cuando cogí tu mano torpemente en el cine
y tú me la apretaste hasta hacerme daño
porque no sabías qué hacer con ella.
O cuando descubrimos nuestros cuerpos
juveniles e ingenuos entre la oscuridad
que nos brindaba la noche de los parques.
Otras cosas, la verdad, las cuestiona
y compruebo que tiene sus dudas
sobre si lo que digo fue real o inventado.
Por ejemplo, cuando le conté cómo las nubes
iban variando su forma y sus modales
según el ritmo de nuestras caricias,
y desaparecían por completo
o se tornaban negras de rabia
cuando no nos hablábamos
ni queríamos saber nada el uno del otro.
Pero, bueno, lo cierto es que nos hemos reencontrado.
casi milagrosamente, justo cuando yo estaba a punto
de tirarlo a la basura con la cómoda vieja,
y hemos conseguido establecer un vínculo
con una época de nuestra vida
que creíamos olvidada y sepultada para siempre.
Hay momentos en los que hasta se ríe
como si sintiera feliz en su corto horizonte,
aunque yo sólo pueda notarlo
por el brillo especial que sugiere
la poca pupila que le queda.
Es bueno y conveniente guardar las viejas cómodas:
en sus gavetas viven enlaces con el tiempo,
y el tiempo amansa el pánico que da pasar la vida,
contiene perspectivas que explican lo imposible:
por ejemplo el trocito de un ojo con memoria.
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