MANUEL VICENT
. .El hombre desciende de la bacteria y comparte con ella 5.000 genes, que supone una cuarta parte, exactamente iguales. No existen seres superiores ni inferiores: todo depende de su capacidad para adaptarse al medio.
Esa cualidad se llama inteligencia y en este sentido hay bacterias más inteligentes que muchos políticos, que muchos filósofos, que muchos poetas.
Desde la primera bacteria que se constituyó en una charca primigenia hasta el inquilino de la Casa Blanca cada uno hace lo posible para sobrevivir, pero todos formamos una familia, esa sopa única que se llama vida.
Fue la misma cosa Einstein y las pulgas de su perro. La etología es una ciencia que estudia el compartimiento de los animales. Existe una etología veterinaria y una etología humana. Una característica exclusiva de los humanos que no comparten con el resto de los animales es el odio, que siempre obedece a un desequilibrio del espíritu. En el odio existe una gradación.
El más refinado e intenso es el odio teológico, que establecen entre sí los seguidores fanáticos de los tres dioses monoteístas, por los que se han vertido caudalosos ríos de sangre.
Después está el odio entre eruditos, capaz de aniquilar al que le discuta un dato extraído de los archivos.
Sigue el odio generado entre artistas, escritores y poetas, que nace directamente de la envidia, bajo el disfraz de la estética.
Pero en nuestro país se da un rencor autóctono, el de la estirpe de Caín, el odio entre políticos.
En el reino animal se desarrolla una crueldad expeditiva a la hora de buscarse las proteínas, pero también existen tiburones muy feroces que se ponen tiernos, se acurrucan, entornan los ojos e incluso eyaculan cuando una buceadora les acaricia el hocico.
Aquí no se crían esos tiburones enamorados.
En este territorio hace tiempo que el debate entre adversarios políticos se ha convertido en un enjambre de odio personal, en un modo de entrar a degüello contra la bancada de enfrente a cargo de la extrema derecha.
Si se contempla esta refriega política desde la visión de la bacteria se trata de una falta de inteligencia, de la incapacidad de adaptarse al medio, pero también puede contemplarse este rencor ideológico desde la grada como un espectáculo.
Es la única forma de estar a salvo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario