Tal parece que a ciertos genios y hombres ilustres, nada los derribará, sobre todo si han logrado influir tanto en una época y en el mundo de las letras, aparte de destacar con tanto ingenio y sapiencia en su propia formación, tan llena de premios merecidos, becas y ser una persona brillante, bastante relevante y conocida desde su época de estudiante por sus méritos, tanto en su formación en Literatura Clásica, Griega y Latina; sus conferencias en Estado Unidos, la publicación de sus libros de la más distinta índole, pues destacó en los distintos géneros, escribió: Prosa, poemas, ensayos, cuentos y teatro con bastante belleza, erudición e ingenio y siempre se destacó de él su inteligencia y su gran poder de influir en su medio, con su vestimenta extravagante, peinados de postura esteticista y decadentista, que muchos jóvenes de entonces intentaron copiar.
Fue indudablemente una personalidad destacada de la época Victoriana, en la cual vivió.
Según se afirma en el año, 1891 Oscar Wilde de 37 años conoce a “Bosie”, Lord Alfred Douglas, hijo de los marqueses de Queensberry, de 21 años, quien es tristemente conocido por ser la problemática y conflictiva pareja de Oscar Wilde y quien fuera dado a conocer a fondo en la carta “La tragedia de mi vida“ (Carta a lord Alfred Douglas), epístola escrita por Oscar Wilde a su amante, durante su estancia en la prisión de Reading, en 1897, la carta también ha sido dada a concer como “De Profundis”, y sólo vería la luz parcialmente al ser publicada en 1905, por su amigo y periodista Robert Ross, a quien Oscar Wilde se la confió.
La versión completa la publicaría Vyvyan Holland, hijo de Wilde en 1949, y recién se hizo de dominio público a partir del año 1960, debido a contrastaciones y correcciones posteriores.
La carta está redactada con ese estilo que caracterizó a Wilde, exquisito, profundo, a veces exaltado, que va desvelando sus distintos estados de ánimo, el verdadero desgarro de haber caído tan bajo, la humillación, el dolor de ir poco a poco perdiéndolo todo: esposa, hijos, amigos, fama, fortuna, su casa, sus libros y la gran afrenta pública que eso significó para él, antes tan destacado y afamada figura de la época Victoriana; sino también el gran dolor que traspasó a sus familiares y su propia madre, quien agravando su dolor, fallece en el lapso de estar preso en la prisión de Reading, donde fue condenado a cumplir dos años de trabajos forzados, tras demandar al padre de su novio, por difamación y sodomía, juicios que perdió, por las costumbres y cerrazón de la época moralista, hipócrita y prejuiciosa de entonces.
El juicio a Oscar Wilde, que emprendió con saña el marqués de Queensberry, fue un gran escándalo de grandes proporciones en su tiempo.
En ella, reprocha a “Bosie” su gran orgullo, sus grandes diferencias sustanciales desde la adolescencia en los estudios.
Va formulándose mediante una introspección analítica los pasos que lo llevaron a parar en esa horrenda condición de reo carcelario, lo que estuvo mal de parte suya en cuanto a dejarse arrastrar y lo que fueron excesos del mismo “Bosie”.
Va desgranando paso a paso las consecuencias del odio mutuo que parecía anidar entre padre e hijo, el marqués de Queensberry y Sir Alfred Douglas, razón primordial, por la cual, Wilde terminó en prisión, mal aconsejado y envenenado constantemente por su amante para que Wilde denuncié a su padre, con las amargas consecuencias deplorables del caso.
Desgraciadamente he sacrificado por ti mi arte, mi existencia, mi apellido, mi posición ante la posteridad, y aunque pudiese tu familia poseer todas las maravillas del mundo, el genio, la opulencia, el elevado rango, y otras cosas por el estilo, y lo depositase todo a mis plantas, ni siquiera podría pagarme la décima parte de las cosas más nimias que me fueron arrebatadas, ni una sola lágrima de las últimas que vertí.
Sin embargo, es preciso que se pague todo cuanto uno hace. Hasta cuando se ha sido declarado en quiebra. Tú, por lo que advierto, supones que la quiebra es un medio muy cómodo para no saldar las deudas“.
Lord Alfred Douglas nunca mereció el amor y la gran generosidad del dramaturgo Oscar Wilde, la mayoría de las veces sus actitudes fueron cobardes, deplorables y vergonzosas, mucho más después de la muerte del escritor. Alguna vez le dijo: “Dejas de ser interesante cuando no te hallas en tu pedestal”, a lo que Wilde escribió: “Debo confesar que, al terminar de leer tu carta, me sentí mancillado, como si el trato con un individuo de tu índole, me hubiera hollado y deshonrado de una manera irreparable”.
La carta a su novio reflexiona mucho sobre lo esencial y superficial de esta vida, sobre lo que envilece al hombre y lo que lo va perdiendo.
Lástima, que tuviera que ser una practica necesaria y posterior a su encarcelamiento y no una previsión que lograra evitar tanto dolor y desdicha en Wilde.
Es sin embargo, como un gran viaje a través del dolor, una transformación hacia la redención espiritual, una metamorfosis humana de liberación y reconquista de sí mismo hacia un nuevo hombre, que a posteriori se guiará con un espíritu cristiano y buscará su felicidad en las pequeñas grandes cosas de esta vida, para alcanzar la paz, emulando a Cristo en sus grandes lecciones de amor, perdón, y desterrando el rencor. De hecho, en su lecho de agonía y conciente, abrazó el catolicismo en una breve ceremonia religiosa.
En 1897 Oscar Wilde sale de la cárcel de Reading, y pese a la negativa de los familiares de ambas partes, y a pesar a conocerlo más en base a sus hondas reflexiones, volvieron a vivir juntos “Bosie” y Wilde, durante unos tres meses en Nápoles, cuando las ayudas de cada familia les fueron quitadas, se tienen que separar para siempre.
Sólo a los tres años de haber abandonado la prisión de Reading, en 1900, Oscar Wilde fallece, solo, triste y arruinado en París, en el Hôtel d’Alsace, núm. 13, de la Rue des Beaux Arts, víctima de una meningitis, que empezó como una otitis aguda, tan sólo a sus 46 años de edad.
Tan cruel en sus escritos como sentimental pero con finales desdidachados Oscar Wilde qye fue capaz de escribir el sumo del amor entre personajes como El Ruiseñr y la Rosa o la gaviota y el Príncipe, vive una pesadilla, quizás fue ese ruiseñor que se clavó la espina para que la rosa fuera roja.
Nunca entre amigos fue piadoso, era brutal en sus críticas pero al final su gran amor lo traiciona y muere no como el Gran Escritor más tarde reconocido sino como un pobre mendigo del amor.
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