Solo aspiro a seguir soñando, aunque la vida enrede mis sueños.
A veces parece que navego en una embarcación sin capitán, con el timón inutilizado, con el ancla perdida, con el velamen deshilachado.
A veces siento que la borrasca me zarandea y hace que la nave –pequeña y liviana- zozobre en mares peligrosos, mares nocturnos, preñados de monstruos indecibles y asesinos…
Sólo aspiro a que mi voz encuentre su hueco, ese espacio pequeño –casi de ameba- en el que pueda entonar las tres o cuatro notas que le hayan sido asignadas, poco más que la aparición de un meritorio en la función de su estreno.
A veces siento que es inútil este afán, esta brega diaria; pero al contemplar la fuente diminuta que me espera cada jornada, compruebo que el agua que mana, es la misma que fluye de las fuentes monumentales, inabarcables, tan bellas, tan lejanas. Y al cruzar el silencio del jardín donde se ubica, al acercarme a ella, le noto más niña, más accesible, y la sed se sacia, y la piel se limpia, y el sudor se alivia, y, al escucharla, compruebo que su sonido también es una canción… Sólo aspiro seguir siendo un eslabón –lo he repetido tantas veces-, un eslabón en una cadena infinita.
No porque su final no exista, sino porque está tan lejos ese extremo que es inalcanzable para mi imaginación, por mucho que la estire.
A veces una farola iluminada, como un pomelo escarchado e insípido, me impide contemplar cómo las estrellas besan los párpados y los labios y la piel entera del cosmos… Sólo aspiro a no ser labio de Judas.
A veces las voces golpean a mi alrededor, seduciendo con brillos que deslumbran, atacan a las retinas con sonrisas incólumes, en apariencia, y siento que debo columpiarme en ellas, hasta que descubro que hay demasiadas grietas en demasiadas pupilas como para emplear el latido de una tarde en mecerme ante un espejo cuyo azogue desgastado sólo devuelve, aburrido, el eco de mi efigie…
Sólo aspiro a medir el tictac de mis horas en caricias regaladas sin imposiciones.
A veces las horas se tornan disputas palaciegas, donde sólo se venden y compran cortesías con guadañas camufladas, o se vuelven diálogos de charcutería, donde sólo se mercadean vísceras cubiertas por lágrimas y olvidos, y me doy cuenta de que me convertiré en cáscara podrida o en caníbal insaciable o en aburrido mojón sin camino, cuando mi destino es ser caricia, cauce o puente…
Sólo aspiro a seguir labrando sueños con mi torpe cincel de letras y silencios sobre los corazones que me encuentren en este trayecto tan hermoso y, ay, tan breve.
Publicado por Amando Carabias
2 comentarios:
Por su lectura deduzco que Armando, es canario... tal vez me equivoque. Lo que es seguro es que sabe escribir bien; para eso sólo hace falta ser una persona de cualquier lugar.
A mí me encanta soñar y (como a él) el mar; bien embravecido, bien calmo, bien azul, bien frío o etéreo... y no soy canario. Como dijo Alberti, marinero en tierra.
Un cordial saludo desde la ciudad de las dos estaciones: ahora casi en verano (¡con lluvias veraniegas!).
Gracias Uttopazzo, siempre tus comentarios son interesantes, espero que colabores con tus acertadas opiniones. Aqui hace frio, ayer una pasada, Saludos helados desde la nieve que aqui en la Cumbre ha caido.
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