Las ondas sísmicas viajan cien veces más rápido que el tsunami, por lo que, aunque los científicos no pueden predecir cuándo y dónde se producirá un terremoto (ni de qué magnitud), una vez que se ha detectado uno, puede haber un margen de tiempo para, a partir de los datos del seísmo, predecir a dónde puede llegar el tsunami, la hora de llegada y la altura de las olas.
Los centros de tsunamis, en el Pacífico sobre todo, hacen ese trabajo.
La palabra tsunami viene del japones puerto (tsu) y ola (nami).
una bajo la otra), donde más típicamente se puede generar un tsunami.
Una vez que se desencadena el tusnami, las olas se desplazan a una velocidad de unos 800 a 1.000 kilómetros por hora, como un avión comercial, aunque es más lento en aguas someras.
Sus olas pueden alcanzar los 10 metros de altura al llegar a la costa y son olas que, a diferencia de las normales de mar, superficiales, implican movimiento de toda la columna de agua, hasta el fondo.
Y no tiene por qué ser una, sino que pueden ser varias, más espaciadas en el tiempo que las normales: suelen pasar varios minutos entre una cresta de ola y otra, pero a veces puede transcurrir hasta una hora, por lo que la situación de peligro para la población costera se mantiene durante bastante tiempo.
Al acercarse el tsunami a la costa, el agua puede retroceder, retirarse, y a continuación llega el embate de la ola.
La gente que regresa a sus casas una vez que ha pasado la primera ola corre un altísimo riesgo de encontrarse con las siguientes, advierten los especialistas.
Y no siempre la primera que llega es la mayor, sino que a veces es la quinta o la sexta.
El tsunami no sólo viaja a gran velocidad, sino que puede alcanzar grandes distancias con una pérdida limitada de energía, por lo que puede atravesar todo un océano y golpear en costas lejanas con enorme fuerza.
Los sistemas de alerta de tsunamis aprovechan esas horas que puede haber entre el terremoto y la llegada de las olas gigantescas.
Se basan en redes de sensores de presión instalados en el fondo marino y boyas de superficie que transmiten la información sobre la situación del mar, en tiempo real, por satélite.
Con esta información y los datos del fenómeno que ha desencadenado el tsunami, el terremoto en este caso (la zona del sismo, el tipo, la profundidad del epicentro, etcétera, con datos esenciales) los especialistas pueden analizar con modelos informáticos el desarrollo de la situación, calcular las horas de llegadas a las diferentes costas y las alturas previstas de las olas.
Esa información se pasa inmediatamente a las autoridades responsables de alertar a la población y de tomar medidas ante la catástrofe inminente.
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