Juan Cueto contra la simpleza
En este país que está entre profidén y el grito escuchar --leer-- a Juan Cueto resulta un reconstituyente; aunque ya no escriba columnas, sigue siendo uno de los mejores pensadores españoles cuya tribuna ha estado instalada durante decenios en la prensa, y en concreto en el diario EL PAÍS.
El periódico publica hoy en Babelia una interesantísima entrevista que le ha hecho Fietta Jarque con motivo de la aparición del libro Cuando Madrid hizo pop. De la posmodernidad a la globalización, publicado por Trea y compilado por el joven escritor y periodista Miguel Barrero.
Ya he tenido ocasión, aquí y en la edición digital de EL PAÍS, de hablar de esta edición, y de su presentación, realizada por Manuel Vicent, en el Museo Evaristo Valle, a dos pasos de donde vive Juan en Gijón.
Ahora esta entrevista subraya algunos de los aspectos que hacen imprescindibles, para el lector de hoy, para el lector de periódicos y para el lector de la vida, las opiniones de Cueto. Durante años generó en nosotros, los que le hemos seguido en la prensa y en la vida, la sensación de que siempre nos iba a mostrar una esquina nueva, una energía distinta, un sendero que nos hiciera caminar por fuera de las sendas trilladas.
Su mirada (una mirada distraída, como le gusta decir) ha tenido siempre la virtud de convertirse, con el tiempo, en la mirada natural, a veces para tachar y a veces para subrayar lo que está ocurriendo, las tendencias que vienen y se quedan, o aquellas que vienen y se diluyen como se diluyen las olas violentas en arenas más sabias.
Siempre ha estado contra lo simple, y también contra lo simple disfrazado de llano; ha preferido la complejidad, se ha enfrentado a lo progre que se retrogusta, y se ha enfrentado a lo supuestamente grandioso y verdaderamente vacío.
En esta época del famoseo a ultranza, en el que glamour equivale a pensamiento, en que 140 vale más que 1140, o al menos se difunde más y se requiere más, Cueto vuelve a apostar por la complejidad, y lo dice con la lucidez que ahora se concentra en este libro que es el resumen de una mirada distraidísima, dicho sea en el sentido que él le da al ahora muy conocido sintagma.
Dice Cueto en la entrevista con Fietta Jarque, advirtiendo sobre la rapidez con la que el ciudadano desenfunda su opinión como si usara un estilete: "Ahora vivimos una tiranía del ´opine usted`. El problema del periodismo es que cada vez hay menos sitio para respuestas complejas. Es decir, que todo el periódico esté basado en unas respuestas de 140 caracteres empieza a ser un disparate. No hay tiempo para analizar en tan poco espacio. Falta el análisis. En definitiva, una columna de opinión es coger un tema y exprimirlo hasta llegar al meollo del asunto. Al drambuie, como dicen los que le gusta el whisky. El drambuie de las columnas debe remitirte a algo más serio. Y de ahí la importancia de los intelectuales. No vale con la noticia en sí".
Estamos en la era del descrédito, del opine usted para oponer, a la opinión ajena, la desautorización del exabrupto, dicho, además, con la ligereza del insulto, la descalificación o el váyase usted a paseo que a mi me viene muy bien estar gritando aquí desde este seudónimo... Lo vemos en las tribunas de radio o televisión, lo vemos también en estas privilegiadas mansardas de la comunicación que son los nuevos medios digitales, que deberían ser púlpitos del debate y sin embargo están siendo cada vez más balcones para el insulto mutuo sobre la base de que lo que aquel ha dicho al otro no le gusta, y como me gusta te lo digo sin decir quién soy, a ver si lo adivinas.
La reflexión de Cueto, la que contiene el libro, la que hay en esta interesante entrevista que le hace hoy Fietta Jarque, abre la puerta para muchas reflexiones. Es como si, como en los viejos tiempos, cuando le llamaba los sábados para saber qué pensaba de la vida, hoy hubiera vuelto Juan Cueto a decirme, con su rapidez legendaria, por dónde iban y venían los vientos.
Ahora no escribe columnas; está ese libro suyo, que es como una enciclopedia de su pensamiento, y está él, claro, diciendo estas cosas que me permito subrayar este sábado en el que parece que empieza a remitir el frío. Acaso sea porque ha llamado Juan Cueto.
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