Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

22 ene 2011

Julie

Julie













Sus títulos quizá ya no se vean con tanta emoción, parezcan pretenciosos y muchos de sus aspectos mueran, en definitiva, con el paso del tiempo.

Pero Julie Christie, la bellísima Julie Christie, posee la virtud de lo inalterable.









Fue Al Pacino quien la aclamó como la más poética de las actrices.

Se trata de una buena definición de una mujer tan especial como la Christie, tan alérgica a las etiquetas, tan hermosa, tan profunda.









Sus ojos enormes y tristes cautivaron el cine de los sesenta y fue una de las pocas que transitó victoriosa del Free Cinema inglés a las pantallas internacionales.









Le dieron un Oscar por su compleja "Darling".

Ella se emocionó mucho al recoger la estatuilla, y Hollywood supo que Julie era una niña tan frágil y duradera como el mejor de los cristales.









Se dice que fue Warren Beatty quien arruinó su carrera.

Durante años, fue su amante y su compañero, pero nunca ni su marido ni su hombre exclusivo.









Participaron juntos en varias películas, se pasearon de la mano por los escenarios de la jet-set y se preocuparon por la ecología.









Muchos dijeron que Julie debía dejar de hacer el tonto y, sobre todo, parar de rechazar películas. Nunca estuvo segura de ningún proyecto, ni siquiera cuando le sirvieron en bandeja de plata el perseguidísimo papel de Lara en "Doctor Zhivago".









A finales de los setenta, Julie decidió olvidarse de Beatty y volver a Gran Bretaña.

Se mostró especialmente combativa en terrenos sociales y políticos, convirtiéndose en el término medio entre Jane Fonda y Glenda Jackson.

Cada vez, quería menos películas y se apartaba sigilosa de los focos.









Julie Christie ha regresado muchas veces, siempre espléndida, con una madurez que deja sin aliento.









No ha querido entregar mucho de sí misma. Tal vez, ha sido consciente de que su aura era demasiado brillante.









Y ya se sabe que la contemplación prolongada de semejante fulgor sólo puede dejar ciego.

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