Tras la Nochebuena y el Día de Navidad, y sin olvidar otras pequeñas celebraciones como el «Día de los Inocentes», la fiesta más esperada, con zapatos en los balcones y salones —e incluso raciones de alfalfa y cubos de aguas para los camellos, aparte de algún vasito de aguardiente para reconfortar a los propios Magos de Oriente—, era la del Día de Reyes cuando, según el testimonio del cronista Domingo J. Navarro, en sus «Recuerdos de un Noventón» (1895), «…había que calafatear los oídos para sufrir los interminables redobles con que la banda del regimiento felicitaba, hasta que recibía la propina». Y es que antiguamente en Gran Canaria, como señala el gran memorialista isleño del siglo XX José Miguel Alzola, si «…la despedida del año viejo y el nacimiento del nuevo no se celebraba como ahora, pasaba por debajo de la mesa sin pena ni gloria, la festividad de Reyes, en cambio, sí tenía su ritual, muy diferente de la locura consumista que hoy embarga a la gente las vísperas del 6 de enero…».
Unas costumbres isleñas de las que el cronista Eduardo Benítez Inglott dejó constancia en enero de 1935 en un magnífico trabajo titulado «La fiesta de los Reyes». Costumbres que han evolucionado hoy tanto que el propio periódico ABC, en su edición del 6 de enero del año 2000, al informar como «Los Reyes Magos repartieron ilusión por toda España» resaltó que «…mucho mas modernos fueron los Magos en Las Palmas de Gran Canaria donde aparecieron en jet foil…».
La celebración del Día de Reyes evolucionó poco a poco en la capital grancanaria y en muchas localidades de la isla, donde a lo largo del siglo XX se introdujeron celebraciones y festejos, algunos provenientes de antiguos rituales que se retomaban aunque con otras formas mas actuales, y se consolidó una fiesta que siempre tuvo sonora presencia en las calles y en el corazón de los insulares.
De aquellas celebraciones de íntimo regocijo e ilusión en familia, en la espera de los soñados regalos que los Reyes pudieran dejar, o de la bulla en la calle de bandas y ranchos de cantadores, de aquella celebración veguetera de la procesión de la Virgen de los Reyes, que salía con motivo de esta festividad de su ermita al final de la calle de su nombre —hoy rotulada equívocamente con el de «Reyes Católicos»—, o de la repetición de la «Misa Pastorella» del maestro Valle en la Catedral cada mediodía del 6 de enero, y de las primeras cabalgatas de los años 1936 a 1938, mucho mas sencillas y espontáneas, se ha pasado a una verdadera fiesta multitudinaria en las calles de Triana y del Puerto, a una cabalgata espectacular, a una bulla que se extiende a sociedades y clubes que organizan bailes con roscón de Reyes, pero también una celebración que no olvida tradiciones ya tan arraigadas y esperadas como la representación pública de «Autos de Reyes Magos» en Agüimes y Gáldar.
Sin embargo, en esta hora de recuerdos seríamos injustos sino recordáramos como también en aquel año 1936 el comerciante Miguel Jorge Rodríguez organizó una particular y pionera cabalgata de Reyes la misma mañana del día 6 de enero, que partió de su comercio en la calle Buenos Aires y se dirigió hasta el Asilo de los Desamparados a través de diversas calles del Barrio de Triana para llevarles algunos regalos y alegrarles la festividad.
La antigua tradición de representaciones de «Autos de nacimiento» y de «Autos de Reyes Magos», para recrear en las iglesias estas escenas del nacimiento y primeros días de vida del Redentor, que tuvo también presencia siglos atrás en Gran Canaria, se concretó en el siglo XX en la representación por plazas y calles de Agüimes después de 1955 gracias al texto obra del escritor y autor teatral Orlando Hernández Martín, al que José María Alfaro dedicó en ABC en noviembre de 1975 un extenso, meditado y elogioso artículo a propósito de su novela «Catalina Park».
En Gáldar, tras la celebración de la tradicional cabalgata de Reyes, tiene lugar también la puesta en escena del «Auto de los Reyes Magos», como es costumbres desde las primeras décadas del siglo pasado, aunque ahora en los últimos años ha estado bajo la dirección de Pascual Ruiz.
Otras localidades de la isla también mantienen esta tradición, como es el caso de La Aldea, que en las vísperas, antes el día 5 de enero, luego el 4, escenifica su Auto de Reyes Magos, con textos extraídos de la tradición oral y completados por Francisco Navarro Artiles, que también se remitió al «Auto de San Lorenzo», pero adaptando personajes y escenografía de forma que se facilitara su puesta en escena y una mejor comprensión dramática.
Si la estampa del «Niño Arquero» de Néstor Martín Fernández de la Torre, publicada por ABC el 22 de mayo de 1915, pudiera ser una singular y curiosa tarjeta navideña, también estampa sugerente del día de Reyes pudo ser la información de ABC del 9 de enero de 1964 que daba cuenta de cómo los Reyes Magos llegaron ese año a Fuerteventura «…en un avión plateado, llenando de ilusión y alegría a los 1.300 niños de la isla…», y de cómo «…la sustitución de los tradicionales camellos por el avión tuvo su origen en el programa de Los Formidables, radiado por la cadena de emisoras de la S.E.R. que permitió recaudar casi un millón de pesetas hace poco mas de una semana…», y que «.... todo ese dinero y los regalos depositados en los distintos centros abiertos al efecto han servido para endulzar la jornada de Reyes a estos niños…».
Y como no podía ser de otra forma, según resaltaba ABC el 6 de enero de 1996 al pie de una foto de la Playa de El Inglés en Gran Canaria, «Canarias recibe a los Reyes Magos con mucho sol».
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