Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

25 dic 2010

Quizás algunas de las mejores películas del año.

Greenberg de Noah Baumbach


El órdago dramático de Ben Stiller consistía en retratar a un depresivo de Nueva York de visita en Los Ángeles. Y el resultado no pudo contar con mejores compañeros: la eficaz dirección del responsable de Una historia de Brooklyn, una inmensa Greta Gerwig y la banda sonora compuesta por James Murphy (LCD Soundsystem). ¿El problema? No llegó a las salas comerciales y se estrenó directamente en DVD. Película a paladear y a reivindicar.





Canino de Giorgos Lanthimos

Tardó en llegar a nuestras pantallas pero lo hizo con bastante ruido. El de Grecia en pie de guerra y el de un director, Giorgos Lanthimos, que bien podría ser el hermano heleno de Michael Haneke. Una casa, una familia y un fascinante planteamiento: los hijos han sido educados dentro de los muros de la casa sin contacto con el exterior y siguiendo las, absurdas, reglas del patriarca. Brutal en sus imágenes (cuidado amantes de los gatos) y terrorífica en sus conclusiones (¿crítica al patriarcado? ¿al autoritarismo? ¿a los medios de comunicación?). Imprescindible.





Poesía de Changdong Le

¿Existe poesía en la vida de una anciana con principio de alzhéimer que cuida de su nieto, un adolescente acusado de un terrible crimen? Sí y no. Existe, porque el director coreano Lee Chang-dong apuesta por una actriz con magia en sus gestos y sublime en la construcción de su personaje, Yun Jeong-hie. Y no, porque la vida es dura, aquí y en una ciudad de Corea del Sur. Es difícil encontrar este año personajes tan hipnóticos como Mija, que a pesar de sus desgracias sigue adelante con sencillez y coherencia, buscando algo tan ¿tonto? como la felicidad. Recibió en Cannes el premio al mejor guión, poco bagaje para uno de los grandes títulos de 2010.





María y yo de Félix Fernández de Castro

Si aún no la has visto, te has perdido una de las obras maestras de 2010, y uno de los grandes títulos del documental español... si María y yo puede considerarse documental. Todos los años, Miguel Gallardo, excepcional dibujante español, pasa una semana de vacaciones con su hija María, una adolescente autista, en un hotel de Canarias, donde la chica vive con su madre. De esa experiencia, y de cómo cree Miguel que su hija ve el mundo nació el cómic María y yo. Félix Fernández de Castro adapta el cómic al cine y se la juega al añadir más elementos (testimonios, sonidos) y su propia visión, además de dibujos y secuencias de animación para que no olvidemos de dónde procede la materia prima. La apuesta hace saltar la banca. Sencillamente, impresionante.





La red social de David Fincher

En la era preSpielberg de Hollywood, que sí, que existía, las películas más potentes de las majors eran dramas excelsos, visiones de una realidad que enseñaban al público cosas de la vida a la vez que entretenían: a inicios de los setenta Scorsese, Hashby, Altman, Beatty y por supuesto el gran Coppola eran los puntales del arte y la taquilla. Hoy llega La red social, y nos recuerda qué importante es un buen guión (este es de Aaron Sorkin) y un director con talento (David Fincher) para que disfrutemos de un filme como los de hace cuatro décadas. En teoría habla de Facebook, ¿y qué? En realidad va de la amistad, las traiciones, la ambición y el amor: es decir, de Shakespeare y las tragedias griegas. Y encima ni nos enteramos que hay un personaje digital. Fincher es el Coppola del siglo XXI.



Un profeta de Jacques Audiard

El francés Jacques Audiard ya venía avisando en anteriores filmes (¡Cómo era De latir mi corazón se ha parado!) que en su interior bulle un cineasta inconmensurable, atento a los pequeños detalles y a los personajes. En Un profeta, las bandas, el crimen y la carcel le sirven para tejer un retrato de las relaciones humanas. Podemos verla como un thriller, como un drama fantástico (vemos fantasmas y no nos importa en absoluto, como en Uncle Boonme...), o como uan aguda reflexión sobre el poder y las relaciones paternofiliales. Audiard agarra al espectador, usa como gancho el personaje de un pequeño delicuente menos tonto de lo que aparente, y lleva al público a un viaje impagable por los vericuetos del alma y del crimen.



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