En cualquier cultura, el paso de un ciclo a otro, siempre ha sido una ocasión propicia para celebrar, obedeciendo a calendarios basados en creencias religiosas, astrológicas o agrícolas. La mayoría de los países europeos de mediados del siglo XVI, seguían fielmente el calendario juliano, que concluía el 24 de marzo, pero luego, con la aceptación del calendario gregoriano, se estableció como último día el 31 de diciembre, dando paso a la celebración de año nuevo o fin de año, según el país donde se celebre.
Y como en toda celebración especial, la comida está presente con su carga de tradiciones, combinando sabores y costumbres heredadas, que van cambiando para adaptarse a los tiempos, sin perder la esencia de sus orígenes. Para despedir un año y recibir el venidero, ya los romanos preparaban una gran cena que compartían entre amigos y familias, durante la cual intercambiaban miel y dátiles, para que el año que iniciaba, fuera dulce.
No hay comentarios:
Publicar un comentario