Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

7 dic 2010

Landelius, el traductor : Juan Cruz

Landelius, el traductor


Hace algunos años, acaso en mitad de las discusiones que la Academia Sueca dirimía sobre los candidatos al principal premio literario del mundo, un diplomático entusiasta que entonces aún ejercía ese trabajo por el mundo, Peter Landelius, terminó de leer en su español perfecto La fiesta del chivo, saltó de su sillón, se fue a la mesa y escribió una reseña apasionada de esa gran novela de Mario Vargas Llosa que publicó de inmediato en un periódico sueco.
 Entonces lo llamaron de la editorial Nordstedts, que ya publicaba a Mario, y le pidieron que, ya que le había apasionado tanto ese libro, por qué no lo traducía al sueco. Lo hizo; y luego tradujo todo lo que Mario ha venido publicando, hasta El sueño del celta, que lleva por la página doscientas y pico.
Ya él era traductor, y fue porque su mujer, Nancy, lo había introducido de casualidad en ese mundo raro de poner en palabras propias los sentimientos que otro ha narrado en una lengua distinta. Era traductor, diplomático, filántropo capaz de convertir en sopa sueca la nada de una nevera si un amigo tenía hambre en Estocolmo... Con la pasión que tiene por la vida, que ahora despliega en Chile, Landelius siguió traduciendo a Vargas Llosa, y anoche el Nobel, a punto de ser entronizado en Estocolmo, acudió a una cena muy simpática en la casa de sus editores suecos, y en el capítulo de gratitudes, el Nobel, que es memorioso para las cosas verdaderamente importantes, puso en un lado muy alto de su lista a Peter Landelius.
Mientras Mario hablaba yo estuve mirando el rostro de este sueco grande, y muy grande, y al tiempo estuve fijándome en el de su mujer Nancy; en ambas caras vi la satisfacción de un trabajo que a veces queda en la oscuridad de los títulos de crédito.
 Que Mario haya resaltado esa labor pone de manifiesto lo que Mario sabe que vale el traductor de la obra literaria y, además, pone de manifiesto la fidelidad que Vargas Llosa conserva hacia aquellos que le han hecho el escritor internacional que es. Lo celebran hasta el delirio, pero él jamás se envanece ni pierde el sentido del ritmo interior que distingue su personalidad. Este homenaje a su traductor es, en cierto modo, parte del retrato que se merece Mario Vargas Llosa.

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