http://lqdo.wordpress.com/2010/12/15/y-la-bestia-murio/#comment-394
Mi lista de películas preferidas de Chabrol es la siguiente:
De los años 50:
- El bello Sergio
- Los primos
De los años 60:
- Las ciervas
- El carnicero
- La mujer infiel
- Al anochecer
De los años 80:
- Pollo al vinagre
- El inspector Lavardin
De los años 90:
- La ceremonia
- El corazón de la mentira
De los años 2000:
- Gracias por el chocolate
- La dama de honor
- La chica cortada en dos
- Bellamy
Efectivamente, Chabrol es muy duro en el fondo pero exquisito en las formas. No es nada agresivo, nos gana de esa manera. Nos atrae a la sangre, al charco disecado, a la ropa manchada de rojo, y nos dice, “venid, venid”. Y en vez de darnos asco, de disgustarnos ese olor repugnante que tiene la sangre, en vez de darnos miedo, nos atrapa con su mirada. Una mirada tan expresiva, que juega con los malentendidos, con la buena -y la mala- fe, con las torsiones inesperadas. Jugó con todos los grandes actores, provocó mucho -Las ciervas es una de las primeras películas francesas que yo recuerde con una escena lésbica implícita, en el Puente de las Artes, y otra explícita, en el apartamento de la señora rica, que debe caer por la calle Bonaparte, que es una de mis preferidas de París, un escenario que nos recuerda a Thérese Raquin, de Zola-.
‘La ceremonia’ es simplemente maravillosa. La música está muy presente -también en Gracias por el chocolate; Brassens le sirve para su última película, Bellamy, con un Depardieu extraordinario, el mismo Brassens de Pierrot el Loco de Godard-, va siempre acompasada (creo que su hijo se dedicaba de ello) es un crescendo que acaba en tragedia, siempre con guiños, con destellos que casi se nos pueden pasar por alto, como la discusión en la oficina de Correos entre el señor y Huppert, sobre su primera mujer. Todo lo sórdido queda envuelto con una caricia sedosa, en la sonrisa satisfecha de la burguesía rural. Es curioso, porque París siempre sale malparada en sus películas, es un lugar artificial, poco querido, ruidoso, que engaña, dice en boca de sus personajes; tampoco es exclusivo suyo, porque en ‘Une femme mariée’ pone por las nubes la casita de campo -convertida en casi mansión en ‘La mujer infiel’ o ‘Al anochecer’ de Chabrol-, no muy alejada de París, lo suficiente. Prácticamente todas las películas transcurren en el campo, y lejos de ensalzarlo, va directo, a la yugular, de la moral católica y de apariencias de la burguesía rural. Por ejemplo, en ‘El inspector Lavardin’ toca el tema de las drogas y la prostitución/pederastia.
Chabrol era demasiado anárquico -con las palabras hay que tener cuidado: “anarquismo” va a quedar contaminada para siempre por el uso y abuso que hace del término el amigo Sánchez Dragó- para Marx, yo lo veo más cercano a Nietzsche, que acabó prefiriendo a los caballos antes que a los humanos. Los únicos que salen bien paradas en los filmes de Chabrol son los animales… ¡porque no aparecen nunca! Chabrol escapa a la claridad de “esto es bueno, esto es malo”. Marx y Engels apuntaban al papel de la violencia social como predecesora de la violencia física, el papel del Derecho -incluido el Penal- como instrumento de dominación, pero la cultura marxista es muy autoritaria en cuanto a Crimen y Orden, es una cultura represiva, tan represiva como la burguesa, porque es un reflejo de las aspiraciones -y la implacable autoridad- de la modernidad, de la sociedad ordenada que no permite salirse del raíl, que ha establecido unas normas para llegar a la civilización, a la convivencia.
Y Chabrol se ríe, como lo haría Nietzsche: todo es hipocresía, todo es pura fachada.
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