Berlanga
Luis García Berlanga acaba de fallecer en Madrid a los 89 años. Una muerte que clausura una época brillante del cine español. Le entrevisté poco antes de que empezara a sufrir la enfermedad que finalmente le postró.
Entonces, hace cuatro años, don Luis seguía manteniendo una enorme vitalidad, la que le hizo legendario, y la que de alguna manera se manifestaba en todas sus películas, llenas siempre de acción, de descubrimientos y de gracia. En aquella ocasión, como sabía que muchos de nosotros (Harguindey, los Trueba, algunos más) frecuentábamos mucho a Rafael Azcona, su guionista y su amigo, con el que hizo algunos de sus filmes más geniales, me dijo: "Ustedes ven mucho a Azcona".
Había en ello un deje de celo, pero también creí adivinar ahí cierta melancolía de una amistad y de una camaradería profesional de la que surgieron proyectos sensacionales sobre los que hoy cae un telón simbólico.
Era un hombre que unía a su actividad incesante un genio inmenso para la broma y para la discusión; una conversación con él corría siempre el riesgo de convertirse en un monólogo frenético.
Cuando tú le preguntabas, él seguía respondiendo sobre sus propias respuestas, incesantemente, como si no hubiera puntos y apartes en su vida; y así eran las entrevistas con él: largos monólogos pespunteados por alguna curiosidad que él satisfacía con gusto. En cierto modo, ese hallazgo suyo del plano secuencia era consecuencia de su manera de ser; quería estar al tiempo en todos los lugares y en todas las conversaciones; esa tendencia a la totalidad la llevó al cine pero también a la vida: abrazó el cine y la amistad, pero también abrazó la literatura y el erotismo, tuvo una curiosidad incesante por todo; esos intereses le acompañaron hasta el final, hasta que la vida le dijo basta; él se resistió, cómo no, hasta el final estuvo entre proyectos, ahora necesariamente ajenos; José Luis García Sánchez hizo un documental que presagiaba su despedida, y ahora mismo, este fin de semana, he visto anuncios en los que él se presta a ayudar a otros a vencer dolores que él ha sufrido hasta hoy mismo.
Y he visto que una revista, el XL de Vocento, anuncia una entrevista con él para mañana. Aquella vez, cuando le entrevisté, no había razón ninguna, no había hecho ningún filme, no había hecho nada que exigiera entonces que le requiriéramos para una entrevista de urgencia.
Era una entrevista porque sí, y tardó mucho en salir. Cuando salió, me temo, ya Luis podía mostrar poco interés por leer sobre sí mismo; en realidad, en aquella ocasión y todas las veces que le vi antes Berlanga estaba siempre más interesado en hablar, en contar, que en saber de él.
Ahora recupero aquella experiencia de hablar con él como un homenaje a una voz que ahora me viene a la memoria como un susurro incesante de órdenes y de risas, en medio de su oficina llena de afiches y de recuerdos sobre los que él paseaba como un torbellino.
Murió Berlanga, un nombre propio muy grande del cine español.
Juan Cruz El Pais.com
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