Ha llegado con la aurora el día sin sangre, fría transparencia, y se ha marchado a la tarde con el mismo desabrimiento, Venus o Marte enseguida por el sureste, Venus o Marte, hoy no sé de planetas, me es indiferente cómo se llama la fiereza del que, sin pestañear siquiera, sube impertérrito por el terciopelo de una noche sin palabras. Debajo de la ventana, en la plaza, el lloro de un niño.
Porque a las cosas a veces les da por arrebujarse en los simbolismos, y otras por aparecer tal cual, sin sal ni vida.
A lo mejor allá arriba, cuando llegue la noche de verdad, y se haga entera en las soledades del cosmos, Martes y Venus, y también la Vida, darán cuenta de lo que ha significado hoy, mientras nosotros nos hundimos en el narcótico del sueño, y nos asustamos por cosas que ya no existen, y fluimos con aprensiones como si estuvieran esperándonos una transparencia, un vacío, hoy y mañana y para siempre.
Como si nosotros, después de todo, no tuviéramos que llegar, un día, a la noche completa para reportar el significado de lo que hubo, mientras Martes, Venus, la Vida... duermen por fuera del sueño, se disuelven por fuera de lo que fue cosmos.
Publicado por José Carlos Cataño
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