Qué pesantez tanto yo, tanta palabra, tanto mirar y mirar y decir, el mundo. O decir, el futuro, la vida, la estela irreconocible, el pasado, que es un conglomerado de películas en las que, en apariencia, uno ha intervenido. Cuánto inútil combate, cuánta ansia ridícula.
Me vienen a la cabeza estas frases después de andar varios días corrigiendo este diario, lo que es su presencia virtual, eliminando los años anteriores a 2009, que se quedan en documento escrito para seguir corrigiéndolos.
Nada tengo que decir, en el sentido de expresarlo y de que adquiera vida por sí mismo. Nada contra lo que luchar ni contra lo que defenderme. Ningún mensaje, ninguna revelación. Todos tienen sus razones, y yo continúo apartado de sus caminos.
La luna llena ya está casi en lo alto. Cuando todos duerman, irá deslizándose por las corrientes frías, imperceptibles de la noche. Mañana al amanecer la sorprenderé descendiendo por el oeste, camino del mar y de su otro anochecer, su atardecer y su noche alta repetidos por todos los siglos.
Publicado por José Carlos Cataño
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