DAVID TRUEBA
Gracias a las cámaras de CNN+, que grabaron al descuido, como quien roba un billetero, la conversación informal de algunos de los líderes del PP sobre el relevo de ministros, nos hemos llevado una sorpresa. Ahora sabemos lo que hacen los políticos en la intimidad, y esto sí que no nos lo esperábamos. Hablan bien de los rivales. Se nos han venido abajo todas las certezas.
Esto es como descubrir que Superman toma antidepresivos o pillar al Papa reconociendo entre sus obispos que él tampoco cree en Dios. Por un momento, al ver las imágenes, daba la sensación de que habíamos llegado al mundo perfecto tras atravesar un camino pedregoso.
La bancada de la oposición felicitando al presidente por algún detalle, los partidos minoritarios ofreciendo su apoyo por el futuro del país, los grupos nacionalistas sacrificando los intereses de la región al bien común y el Gobierno asumiendo de todos ellos las propuestas más válidas. Un panorama que de puro hermoso provoca escalofríos.
Sabíamos por los micros abiertos que los gobernantes no saben de economía, que después de un elaborado discurso reconocen el tostón que han dado y que entre compañeros de partido no es raro identificarse como el hijo de puta y el cabrón.
Los micrófonos abiertos nos daban idea de un mundo muy real, áspero, lleno de los comportamientos humanos previsibles: celos, envidias, carencias. Lo de esta ocasión es histórico.
En los rodajes es habitual que los actores, con el micrófono de corbata, olviden que el sonidista puede oír su conversación y hablen mal del director o no reparen en que lo lleva encendido cuando van al baño y alivian flatulencias antes de volver a interpretar un ser ideal. Pero oír a los políticos hablando bien de los otros es tan alucinante que la retahíla de desmentidos, de reinterpretaciones y el regreso al lenguaje descalificador habitual, es casi algo que nos reconforta y devuelve a la realidad a su letrina cotidiana.
Pero ahora ya siempre, detrás de cada enconada trifulca, sabemos que estos tipos se aprecian, se reconocen el mérito y que hasta se darían un abrazo si el papel que les pagan por interpretar no fuera tan ingrato.
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