Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

3 sept 2010

Sofia Coppola saca la cabeza en un Lido inundado



Era lo único que le que le faltaba a la Mostra huérfana de sorpresas y con programación bajo mínimos: una tonelada de agua.
La sección del tiempo de los periódicos italianos ya anunciaba para hoy la posibilidad de lluvia, pero a la hora de verdad ni los más viejos del lugar recordaban tal intensidad en tan poco tiempo; la tormenta perfecta de tamaño portátil: un monstruo de media hora de duración que ha dejado el Lido como un arroz caldoso.





Serían las doce menos cuarto cuando el cielo negro se ha convertido en una lluvia fina, para dejar después paso al chaparrón, y de ahí al diluvio pasando por diversas fases de granizo para que no faltase de nada. La cosa ha llegado a tales extremos que varios actores y directores (entre ellos Julian Schnabel) han buscado refugio en esquinas y sofás, alejándose de las mesas, y aterrados ante la posibilidad de que los tenderetes que se usan en este año para acoger los compromisos periodísticos de la prensa internacional -y cuyos cimientos son estructuras prefabricadas- pudieran irse a tomar viento en cuestión de minutos.

La tromba, todo sea dicho, hubiera sido menos flagrante en una gran ciudad como Berlín o en Cannes, pero en el Lido donde todo está manga por hombro la cosa ha puesto en la mesa las vergüenzas de la Mostra: el cuerpo de seguridad del certamen se ha negado a abrir los accesos para permitir el paso de los periodistas por zonas no inundadas, como si ello fuera constituir algún prejuicio para su trabajo; la escenografía de Dante Ferretti, reciclada una y otra vez por los responsables del evento, ha quedado maltrecha y a punto ha estado algún león de caer en la cabeza de alguien.

Por último, una parte del techo de la sala de prensa se ha venido abajo y una catarata de agua ha empezado a dejar la sala impracticable, los ordenadores se han apagado y los que estaban allí trabajando en ese momento han sido desalojados a toda prisa. De la reapertura no se sabe nada a la hora de escribir estas líneas y la única información que consta en la propia sala es una cartel escrito a mano en un DIN A-4, en italiano e inglés, que reza: "La sala de prensa restará cerrada hasta nuevo aviso".
Eso sí, lo que han hecho los operarios es asegurarse de cerrar bien las cortinas para que los que querían tomar fotos del desastre se quedaran con las ganas. Naturalmente, el que haya venido a la Mostra sin su propio ordenador tendrá que hacer malabarismos para enviar sus crónicas. Al menos, y como dice la mencionada nota "hasta nuevo aviso".

Con respuestas breves y tono bajo ha liquidado Sofia Coppola su rueda de prensa en Venecia, como si de algún modo intentará transmitir a la concurrencia que todo lo que tenía que decir lo había dicho unos momentos antes en Somewhere. Su película ha levantado el ánimo de la Mostra con una delicadísima introspección de la vida de un actor que está a punto de pasar de estrella a estrellado.
Interpretado con sumo lujo de detalles e infinito talento por Stephen Dorff, el personaje pasaría por ser una versión juvenil del personaje de Bill Murray en Lost in translation, un hombre perdido que por no tener ni tiene ni casa y que ejerce de cuerpo extraño en las tripas del mítico hotel Chateau Marmont donde en la vida real pasan tardes y -sobretodo- noches los famosotes de Hollywood.
En esta meca de lujo y despiporre instala su cámara Sofia Coppola, que de alguna forma encuentra la manera de contar una historia sin importancia, mil veces vista, de un modo distinto: distante y cercano a un tiempo.

El clic que sufre el personaje de Dorf, Johnny Marco, viene activado por la presencia en su vida de su hija de 11 años a la que viste y calza Elle Fanning, otra de esas niñas que hacen de su naturalidad su mejor arma: en la inocencia de la criatura encuentra la estrella el camino para recuperar la suya propia.

La exquisita madurez de Coppola se revela en los preciosos planos largos de Somewhere, en su ritmo deliberadamente dilatado. Su -merecido- premio ha sido una larga ronda de aplausos y las primeras habladurías sobre los premios que debería recoger la película. No sabemos que pensará su ex-novio, Quentin Tarantino, presidente del jurado de la sección oficial en la presente edición, del asunto en cuestión.

Ayer mismo un veterano periodista decía que si hay algún favorito en este certamen a día de hoy ese es Álex De La Iglesia, por el que Tarantino siente auténtica veneración. Hasta el día 6, día en que De La Iglesia y los suyos desembarcarán en el Lido con Balada triste de trompeta, habrá que seguir especulando... si el agua lo permite.

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