19 ago 2010
El moderno sonido del acordeón
Sofia Gubaidulina, en un alarde de humildad, no subió al escenario del Kursaal para recoger los aplausos del público tras la admirable lectura de su obra Bajo el signo de Escorpio.
Dejó que fuesen los intérpretes quienes recogiesen el éxito. Gubaidulina tiene 79 años y es la apuesta por la modernidad de esta Quincena tan rusa. Su obra pianística ha sido interpretada por Ricardo Descalzo, al acordeón aún queda una sesión de Iñaki Alberdi el domingo en Chillida Leku.
El punto central de la compositora ruso-tártara en San Sebastián era la obra para acordeón y orquesta que defendieron como dos colosos Alberdi y Petrenko. El primero tiene 37 años, el segundo, 34. La vieja dama se emocionó.
Iñaki Alberdi es un acordeonista excepcional en un momento en que los sonidos del instrumento desprenden nostalgia infinita. Vienen del Este, mayoritariamente. De los músicos callejeros rumanos en su vertiente popular, del cine de Angelopoulos, del húngaro Eötvös en su manifestación más culta. Nadie ha reivindicado las posibilidades del acordeón en las últimas décadas como Sofia Gubaidulina.
Figuras incomparables
Por ello el encuentro del martes entre compositora e intérprete era un acontecimiento. No defraudó. Alberdi es, desde el acordeón, el heredero de Nicanor Zabaleta desde el arpa, uno de los intérpretes más sobresalientes de España. Guipúzcoa de cuando en cuando sorprende con estas figuras musicales incomparables.
Vasily Petrenko, un supercrack de la dirección a su jovencísima edad, sacó petróleo en una obra de Elgar, que nos llevó al ambiente festivo de los proms londinenses y culminó su actuación con una fabulosa versión de la Quinta sinfonía, de Shostakóvich. En San Sebastián ha ofrecido dos programas, hoy actúa en Santander y el 24 dirige en versión de concierto Parsifal, de Wagner, en Santiago de Compostela dentro de la programación extraordinaria del Xacobeo.
Siempre con la Filarmónica de Liverpool, una orquesta veterana que con él rejuvenece. Tiene flexibilidad para desplegar con maestría obras de Gubaidulina, Elgar o Shostakóvich, es equilibrada en el diálogo de sus secciones, posee un virtuosismo más profundo que exhibicionista.
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